Los ojos del gato (1985)

“Los Ojos del Gato” (The Eye of the Needle) de Sam Raimi no es una película que te deje con una sensación de asombro total, ni tampoco una que se quede en la memoria fácilmente. Más bien, es una experiencia cinematográfica peculiar y evocadora, un ejercicio de suspense psicológico que se basa en la atmósfera, la dirección de arte y, sobre todo, en la habilidad de Raimi para crear una tensión palpable sin recurrir a la violencia gratuita. La película, basada en un relato de Stephen King, se centra en la historia de Jack Coleman, un agente del FBI interpretado magistralmente por Robin Williams, quien se ve envuelto en una peligrosa conspiración que lo lleva a un juego de apuestas de vida con un misterioso jugador y un gato, el titular de la película, que resulta ser la clave de todo.

Raimi, conocido por su estilo propio y sus incursiones en el horror, aquí se aleja ligeramente de su habitual estética, optando por un thriller de espías con toques de melodrama. La dirección es cuidadosa y deliberada, creando un ambiente de opulencia decadente en los años 50, un reflejo de la corrupción y la decadencia moral que impregna la trama. Los escenarios, lujosos y sombríos, son elementos visuales cruciales para la construcción de la atmósfera. El ritmo, aunque pausado, es efectivo, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente, como si la propia película estuviera conteniendo el aliento. Raimi consigue que el espectador sienta la incomodidad y la incertidumbre, incluso cuando no se entiende completamente el desarrollo de la trama.

La actuación de Robin Williams es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Williams, generalmente asociado a la comedia, ofrece una interpretación sorprendentemente sutil y reservada. Su Jack Coleman es un hombre consumido por la culpa y el remordimiento, un hombre que se ve acorralado por sus errores del pasado. Aunque el papel no le ofrece muchas oportunidades para mostrar su faceta más exuberante, Williams logra transmitir la complejidad del personaje con una dignidad y una vulnerabilidad conmovedoras. La química entre Williams y la actriz que interpreta a su esposa, Sally Field, es palpable y contribuye a la credibilidad de la relación y a la intensidad dramática de la película.

El guion, adaptado de un relato de Stephen King, es complejo y a veces confuso. La trama, que entrelaza múltiples líneas temporales y personajes, requiere atención del espectador y no es fácil de seguir al principio. Sin embargo, la película recompensa la paciencia del público con revelaciones impactantes y un final que dejará a algunos perplejos. La ambientación y la atmósfera son más importantes que una trama lineal, y en ese aspecto, Raimi triunfa. El gato, interpretado por un Siamés llamado “Lucky”, no es solo un accesorio visual, sino un elemento simbólico que representa la suerte, el destino y la conexión entre los personajes. Su presencia, a menudo silenciosa pero siempre observadora, le otorga un valor añadido a la historia. La película no busca soluciones fáciles o respuestas claras; en lugar de eso, se enfoca en explorar la naturaleza humana, la culpa, el arrepentimiento y la búsqueda de redención.

A pesar de sus fallos en cuanto a la linealidad narrativa, “Los Ojos del Gato” es una película interesante y memorable, que ofrece una experiencia cinematográfica distinta y provocativa. La dirección de Raimi, las actuaciones y la atmósfera contribuyen a crear una historia inquietante que perdura en la memoria.

Nota: 7/10