“Los Olvidados de Phoenix” es una película que, a pesar de su relativa oscuridad en la historia del cine, me ha dejado una impresión duradera, no solo por su ambientación inquietante, sino también por la forma en que explora el miedo, la paranoia y la fragilidad de la memoria. La película, con un presupuesto modesto y un estilo visual que evoca la atmósfera de una película de serie B de los 70, logra generar una tensión constante que se acumula lentamente hasta alcanzar un clímax perturbador.
La dirección de Peter Korholm es magistral en su minimalismo. No recurre a efectos especiales grandilocuentes o a la acción desenfrenada; en cambio, se concentra en los detalles, en las microexpresiones de los personajes y en la banda sonora, que es, en gran medida, el motor emocional de la trama. La atmósfera opresiva de Phoenix, con sus calles desoladas y su luz neón parpadeante, se convierte en un personaje más de la historia, contribuyendo a la sensación de aislamiento y desesperación. Korholm consigue plasmar una sensación visceral de incomodidad, de que algo terrible está a punto de suceder, sin necesidad de mostrar explícitamente lo que es ese “algo”. La película se centra en lo implícito, en lo que no se dice, en la incertidumbre que consume a los personajes.
Las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Michael Ontanas, que interpreta a James, el adolescente más cauteloso y con una intuición perturbadora. Su personaje encarna el miedo y la duda, y su actuación transmite una honestidad conmovedora. Los otros jóvenes, interpretados por un elenco prácticamente desconocido en aquel entonces, también ofrecen interpretaciones convincentes, capturando la inocencia perdida y la vulnerabilidad de la juventud. No son héroes ni villanos, son simplemente adolescentes atrapados en una situación desesperada, y su actuación se aferra a esta realidad. No hay romanticismo ni clichés; simplemente, vemos a jóvenes que se enfrentan a un destino ineludible.
El guion, adaptado del relato de Jim Thompson, es el punto fuerte de la película. La historia no se basa en un misterio detectivesco, sino en la exploración de la psicología de los personajes y en el retrato de una sociedad marginalizada. La trama se desarrolla de forma pausada, permitiendo al espectador sumergirse en la atmósfera y en la psique de los protagonistas. Thompson, a través de sus palabras, ofrece una crítica social implícita, al mostrar la desidia y la indiferencia de la comunidad frente a la desaparición de los jóvenes. La película, sin embargo, va más allá de la crítica social, cuestiona la validez de la memoria y la subjetividad de la percepción. Las imágenes no vistas que revelan las últimas horas de la expedición no confirman ni contradicen lo que hemos visto; simplemente ofrecen otra perspectiva, otro fragmento de la verdad, que es imposible de reconstruir completamente. La película no ofrece respuestas fáciles; al contrario, nos deja con más preguntas que nunca. El final ambiguo, deliberadamente abierto, refuerza esta idea y obliga al espectador a reflexionar sobre el significado de la historia.
Nota: 8/10
