Los Osos Amorosos en el País de las Maravillas (1987)

“Los Osos Amorosos en el País de las Maravillas” no es, estrictamente hablando, una película que cambie la historia del cine. Sin embargo, ofrece una experiencia cinematográfica sumamente agradable y reconfortante, evocando la nostalgia de los cuentos clásicos y la inocencia de la infancia. Más que una narrativa compleja, la película se cimenta en la sólida base de los personajes, proporcionando un entretenimiento ligero pero efectivo para toda la familia.

El guion, a pesar de su simplicidad, se beneficia enormemente de la premisa central: la amistad incondicional. La trama, centrada en la lucha contra un hechicero ambicioso y la necesidad de defender el reino de las Maravillas, sirve principalmente como catalizador para el desarrollo de los personajes y sus relaciones. El ritmo es pausado, lo cual, en general, es una ventaja, permitiendo al espectador sumergirse en la peculiar atmósfera de un mundo donde la lógica es un concepto relativo. Sin embargo, algunos momentos resultan algo previsibles y la resolución, aunque satisfactoria, carece de la complejidad que podría haber elevado aún más la experiencia. No obstante, el enfoque en la camaradería y el coraje, valores universales y siempre relevantes, compensa la falta de ambiciones narrativas más profundas.

El director, Steve Zahn, vuelve a demostrar su habilidad para crear un universo visualmente atractivo. Las secuencias dentro del País de las Maravillas son exuberantes y llenas de detalles, desde las interminables salas del Sombrerero Loco hasta las inquietantes apariencias del Gato de Cheshire. La fotografía es cálida y vibrante, con un uso inteligente del color que refuerza la sensación de un mundo mágico y onírico. La animación, impecable como siempre en la serie, se distingue por su fluidez y expresividad, logrando capturar la esencia de los personajes y sus emociones.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Jim Henshaw, como Teddy, brilla especialmente, aportando un encanto infantil y una vulnerabilidad adorable. La dinámica entre los tres osos es el corazón de la película y la química entre los actores de voz es innegable. Eva Almos y Dan Hennessey, como Baloo y Grummy, respectivamente, ofrecen interpretaciones sólidas y complementarias. Steve Zahn, como Bob, aporta la sabiduría paternal que necesita la pandilla. La película demuestra, una vez más, que la fuerza de la animación reside en la capacidad de transmitir emociones con un mínimo de diálogo.

En definitiva, “Los Osos Amorosos en el País de las Maravillas” es un pequeño placer cinematográfico, una película que nos recuerda el poder de la amistad, la importancia del coraje y la magia que se encuentra en la imaginación. No es una obra maestra, pero ofrece una experiencia agradable y reconfortante, ideal para disfrutar en familia.

Nota: 7/10