Los pequeños extraterrestres (1978)

“Los Pequeños Extraterrestres” no es una película que resulte fácil de digerir, ni tampoco necesita serlo. Escrita y dirigida por Fred Coote, esta secuela de “La Montaña Embrujada” se mueve dentro de un universo de terror gótico y atmósfera opresiva, una sensación que se alarga y se profundiza a lo largo de sus casi 110 minutos. La película abraza la oscuridad y la paranoia que se avecina, construyendo una sensación palpable de peligro inminente. Este es, sin duda, el mayor triunfo de la película: el establecimiento de un tono que te obliga a sentir la tensión, la desesperación y la amenaza constantemente.

La dirección de Coote es deliberadamente lenta y contemplativa. Se centra en los personajes y en la creación de un ambiente creíble. Hay pocas escenas de acción explosivas, pero las que sí existen, como los enfrentamientos de la banda callejera contra los criminales, están coreografías con un toque inquietante, casi de danza macabra. La película se beneficia enormemente del uso del color, particularmente los tonos verdes y amarillos enfermizos, que refuerzan la sensación de que algo está terriblemente mal. El uso del sonido es igualmente efectivo, creando una banda sonora que, en ciertos momentos, se acerca a una auténtica pesadilla.

Las actuaciones son memorables. Christopher Lee, en un papel que le sienta como anillo al dedo, ofrece una interpretación aterradora de un villano, un hombre consumido por la ambición y la locura. Su presencia imponente y su voz, cargada de maldad, son suficientes para generar inquietud en casi cada escena en la que aparece. Bette Davis, por su parte, aporta una vulnerabilidad y una determinación sorprendentes a su personaje. La dinámica entre ellas es uno de los puntos fuertes de la película, una relación compleja y conflictiva que evoluciona a lo largo de la trama. Sin embargo, el verdadero motor emocional de la historia reside en la interpretación de la joven actriz, que logra transmitir con honestidad la inocencia y el miedo de un niño que se encuentra atrapado en circunstancias terribles.

El guion, adaptado de la novela de Michael Shea, no alcanza la brillantez de la original, pero sí cumple su función de establecer una premisa intrigante y presentar personajes convincentes. Algunos diálogos resultan un poco forzados, y la trama presenta algunos giros argumentales que, para algunos espectadores, pueden parecer previsibles. No obstante, la película explora temas como la corrupción, la explotación infantil y el poder de la fe, aunque de forma algo superficial. El elemento extraterrestre se siente casi como un pretexto para explorar el horror psicológico y el drama familiar. De hecho, la película, en esencia, es una historia sobre la redención y la esperanza en medio de la desesperación.

Nota: 6.5/10