Los rompecocos (1983)

“Los rompecocos” (1985) no es, estrictamente hablando, una película innovadora. Pero resulta que su encanto reside precisamente en esa aparente sencillez y en su efectiva dosis de comedia adolescente, la cual sigue resonando con fuerza décadas después de su estreno. La película, dirigida con una notable habilidad por Jonathan Demme, se construye sobre una premisa básica pero inherentemente divertida: cinco alumnos problemáticos, cada uno con sus propios métodos para llamar la atención de la chica que les gusta, se ven forzados a un pacto improbable y se convierten en un equipo, enfrentándose a una amenaza mayor que sus deseos individuales. La película no intenta ser un drama psicológico complejo; al contrario, abraza su naturaleza pulp y aprovecha al máximo la química entre sus jóvenes protagonistas.

Las actuaciones son un punto fuerte indiscutible. Emilio Estevez, como el introvertido y reflexivo Andrew Clark, ofrece una interpretación honesta y, a veces, sorprendentemente sensible. Leah Remini, por su parte, destaca como la carismática y decidida Purity Busch, cuya virginidad es el catalizador de toda la acción. Sin embargo, la verdadera joya del elenco es Michael Schrader, que interpreta a Howie, el chico obsesionado con los espejos. Su peculiaridad y su torpeza aportan un componente cómico que equilibra las situaciones más absurdas. La dinámica entre los personajes es natural y, a pesar de la exageración en algunas situaciones, se percibe una genuina amistad que fundamenta el desarrollo de la trama. La película no se permite caer en estereotipos fáciles; si bien cada personaje tiene sus defectos y motivaciones propias, se les otorga suficiente profundidad para que el espectador pueda entender sus acciones, aunque no necesariamente concordarlas.

Jonathan Demme logra un equilibrio delicado entre el humor slapstick y la sutileza. No rehuye el absurdo, pero lo encaja dentro de una narrativa coherente. La dirección es sólida, especialmente en la planificación de las escenas de persecución y los momentos de tensión. Demme es un maestro en el uso del primer plano y del close-up para capturar las expresiones de los personajes, lo que intensifica el impacto emocional de ciertos momentos. La película también está repleta de detalles visuales memorables, como la decoración del aula de castigo, que contribuye a crear una atmósfera única y reconocible. Sin embargo, el guion, si bien entretenido, no está exento de clichés propios del género de comedia adolescente, con situaciones predecibles y diálogos a veces forzados. Aun así, la película maneja estos elementos con suficiente oficio para no resultar abrumadora.

En definitiva, “Los rompecocos” es una comedia adolescente clásica que, a pesar de sus limitaciones, ofrece una experiencia de ocio agradable y entretenida. Es un reflejo de la adolescencia, con sus frustraciones, sus sueños y sus intentos desesperados de llamar la atención. La película no pretende cambiar el mundo, pero sí conseguir que el espectador se sienta identificado con sus personajes y que se ría a carcajadas de sus situaciones.

Nota: 7/10