Los Teleñecos conquistan Manhattan (1984)

“Los Teleñecos conquistan Manhattan” es, en su esencia, una carta de amor a la comedia clásica y al espíritu de las producciones de televisión de los años 80. La película, dirigida por J.K. Simmons – un nombre que debería ser sinónimo de buen humor y dirección creativa – consigue evocar ese ambiente nostálgico de manera efectiva, aunque no siempre con el brillo que se podría haber esperado. Simmons, que también aparece en el reparto, se estira al máximo para infundir energía a las escenas, pero el control creativo es, a veces, un poco difuso. No es que la película sea mala, simplemente, no alcanza el máximo potencial.

El guion, escrito por los mismos creadores de la serie original, es un punto fuerte. El tono es deliberadamente tonto y paródico, imitando el estilo de las sitcoms de la época con diálogos rápidos, situaciones exageradas y abundantes gags visuales. Se burla de la cultura de Hollywood, la presión de Broadway y, en general, de la búsqueda del éxito. Sin embargo, la comedia, aunque ingeniosa en algunos momentos, cae en lugares predecibles y, a veces, se siente un poco forzada. Hay un buen número de situaciones cómicas que, aunque divertidas en el momento, se desvanecen rápidamente. La película parece más enfocada en imitar el formato que en crear una historia original y memorable.

Las actuaciones son, en su mayoría, sólidas. El elenco original, con Peter Bark (interpretado por Jason Alexander) liderando el grupo, aporta la química y el humor característicos que hicieron tan popular a la serie. Alexander, en particular, consigue capturar la exasperación y el sarcasmo de su personaje con una facilidad notable. Sin embargo, algunas de las actuaciones secundarias son un poco menos convincentes, y algunos diálogos parecen más diseñados para el efecto cómico que para el desarrollo del personaje. El contraste entre el optimismo inquebrantable de los Teleñecos y la brutalidad del mundo de Broadway crea un elemento fundamental de la comedia.

La dirección de Simmons, aunque animada, no siempre logra elevar la comedia al siguiente nivel. Las escenas de acción, aunque presentadas con entusiasmo, se sienten un poco improvisadas y carecen de una ejecución particularmente destacada. La película se beneficia enormemente de su nostalgia, y el vestuario, la música y la estética en general evocan con precisión el espíritu de la época. Pero, en última instancia, se siente como una colección de momentos divertidos, en lugar de una narrativa cohesiva y satisfactoria. El final, particularmente, es un poco abrupto y deja algunos cabos sueltos. Es una película disfrutable, con una buena dosis de humor, pero que podría haber logrado mucho más si hubiera sido más audaz y original.

Nota: 6/10