Los Tenenbaums. Una familia de genios (2001)

“Los Tenenbaums. Una familia de genios” es una película que se instala en la memoria como un hallazgo cinematográfico peculiar, una joya rara que, a pesar de sus peculiaridades, ofrece una reflexión profunda sobre la familia, el éxito y la fragilidad de las relaciones. Wes Anderson, a partir de 1994, construye un universo visualmente deslumbrante, un mundo onírico y meticulosamente diseñado que, aunque a veces puede resultar excesivamente estilizado, funciona a la perfección para evocar la atmósfera de la historia.

El corazón de la película reside en la compleja relación entre Royal Tenenbaum (Gene Hackman) y sus hijos. Hackman ofrece una interpretación magistral del patriarca, un hombre caído en desgracia, carismático pero inherentemente problemático. Su encanto repulsivo, la mezcla de grandilocuencia y desesperación, es lo que lo convierte en un personaje tan fascinante y, a la vez, tan terriblemente peligroso. La actuación de Hackman es una de las grandes verdades de la película, un retrato de un hombre que ha perdido el rumbo y que busca desesperadamente la aprobación de sus hijos. Anjelica Huston, como Etheline, complementa perfectamente esta dinámica familiar con una elegancia gélida y una tristeza contenida.

El guion, coescrito por Anderson y sus hermanos, es una obra maestra de sutileza y humor negro. Las diálogos, a menudo absurdos y llenos de referencias culturales, revelan las profundas heridas emocionales que dividen a la familia. La película no se limita a exponer los defectos de los Tenenbaums; explora las consecuencias de sus acciones y el impacto que han tenido en sus vidas. Las secuencias, cuidadosamente coreografiadas y con una estética visual distintiva (el blanco y negro, las composiciones simétricas, el uso de la cámara lenta), se convierten en elementos narrativos que refuerzan la atmósfera de ensueño y la peculiaridad de la historia. Luke Wilson y Gwyneth Paltrow, como Richie y Margot, capturan a la perfección la personalidad en conflicto de sus personajes, mientras que Ben Stiller, en el papel de Chas, aporta una nota de pragmatismo y, paradójicamente, de normalidad en medio de la locura familiar.

Si bien la estética de Anderson puede resultar exagerada para algunos espectadores, no resta valor a la fuerza emocional de la película. Es una película que no busca soluciones fáciles ni finales felices tradicionales. Más bien, ofrece una visión realista, aunque distorsionada, de las complejidades de la familia y de las elecciones que moldean nuestras vidas. “Los Tenenbaums” es, en definitiva, una celebración del caos familiar, de las imperfecciones y de la búsqueda, a menudo frustrante, de la conexión y el perdón. Es una película que te atrapa desde el primer momento y que te hace reflexionar sobre tu propia familia y tus propias relaciones. Un verdadero logro cinematográfico.

Nota: 8.5/10