Los tipos malos (2022)

“Los tipos malos” (Scarface, 1983) es mucho más que un simple retrato de la delincuencia y el ascenso al poder; es una radiante, casi operística, exploración de la ambición desmedida y la búsqueda del sueño americano corrompido. Brian De Palma, con su usual exuberancia visual y un dominio absoluto del melodrama, entrega una película que desafía las convenciones del género y se erige como una de las obras más influyentes del cine de los 80. La película no ofrece glorificación de la criminalidad, sino una disección implacable de los costos humanos que conlleva la vida de un criminal.

Al frente del elenco, Al Pacino ofrece una interpretación descomunal y absolutamente inigualable como Tony Montana, un inmigrante cubano que llega a Miami con la obsesión de convertirse en el rey del narcotráfico. Pacino no se limita a interpretar un villano; crea un personaje complejo y contradictorio, un hombre impulsivo, arrogante y brutal, pero también vulnerable, ambicioso y, en su esencia, un ser desesperado por ser reconocido. Su actuación es visceral, llena de gestos exagerados y una intensidad que lo define. Es una actuación que se ha convertido en una referencia para cualquier actor que aspire a interpretar a un personaje carismático y peligroso. La química entre Pacino y Steven Soderbergh, el director secundario que asumió la dirección en las últimas etapas de la película, es palpable y contribuye a la intensidad dramática.

El guion, adaptado de un guion original de Oliver Stone, es brillante en su construcción narrativa. La película se desarrolla en un ritmo vertiginoso, alternando entre secuencias de acción frenéticas y momentos de introspección que exploran la mente de Tony. La estructura narrativa no es lineal, sino fragmentada y no cronológica, lo que refleja la desorientación y la confusión que experimenta el protagonista. La película utiliza flashbacks de forma magistral para revelar la historia de Tony y su pasado en Cuba, estableciendo su motivación para escapar de la pobreza y la opresión. El guion no se rehúye a mostrar los efectos devastadores de la violencia y la corrupción en la vida de Tony y en la de todos los que lo rodean.

La dirección de Brian De Palma es, como siempre, espectacular. La película está repleta de imágenes icónicas, desde las escenas de tiroteos exagerados hasta la famosa secuencia en la piscina, que se han convertido en símbolos del cine de los 80. De Palma utiliza efectos especiales innovadores para la época, creando escenas de acción impactantes y realistas. Sin embargo, lo que realmente distingue su dirección es su capacidad para transmitir la atmósfera de Miami en los 80: la exuberancia, la ilegalidad, la ambición desenfrenada y la sensación de que todo está a punto de explotar. La banda sonora, compuesta por Tangerine Dream, acentúa esta atmósfera, creando una experiencia auditiva inmersiva.

Finalmente, “Los tipos malos” es una película que se queda en la memoria mucho después de que termina la proyección. Es una obra maestra del cine que desafía las expectativas del género y que explora temas universales como la ambición, el poder, la corrupción y la búsqueda de la felicidad. No es solo una película sobre la delincuencia, sino sobre la condición humana en toda su complejidad.

Nota: 9.5/10