Los viajes de Sullivan (1941)

“Los Viajes de Sullivan” no es una película que te impacta de inmediato. Es una experiencia cinematográfica que se revela con la paciencia de un vagabundo, absorbiendo lentamente su atmósfera y la peculiaridad de su protagonista, John Sullivan. La película, estrenada en 1941, es una joya discreta que, a pesar de su aparente sencillez, invita a la reflexión sobre la ambición artística, la desesperación y la búsqueda de significado.

La dirección de John Huston es magistral en su minimalismo. Huston evita los grandilocuentes despliegues visuales, optando por una naturalidad y un realismo crudo que atrapan al espectador. La cámara, a menudo colocada en planos generales o medios planos, documenta las miserias de Sullivan de una manera que no juzga ni edulcora. La fotografía en blanco y negro, en su mayoría, evoca la austeridad del período y acentúa el deterioro físico y moral del personaje. La película no se centra en el glamour del Hollywood de la época, sino en la dura realidad de un hombre obsesionado, que se entrega a la observación social y a la experimentación personal, aunque a un coste personal enorme.

La actuación de Robert Ryan como John Sullivan es simplemente sublime. Ryan transmite la frustración, la vanidad, la desesperación y la necesidad de crear con una intensidad contenida, pero palpable. Sullivan no es un héroe. Es un hombre complejo, vulnerable y, en ocasiones, irritante. Ryan evita la caridad sentimental, presentando una figura humana, imperfecta y profundamente atormentada. Su mirada, a menudo, revela un anhelo de reconocimiento que se vuelve cada vez más doloroso a medida que la película avanza. La química entre Ryan y la rubia actriz, interpretada por Lucille Ball en un papel sorprendente y efectivo, aporta un componente cómico a la historia, mitigando la oscuridad sin trivializarla.

El guion, adaptado de un artículo de William Phillips, es inteligente y bien construido. La historia, inicialmente aparentemente aleatoria – la obsesión de Sullivan por documentar la pobreza – se desarrolla con una coherencia sorprendente. El encuentro con la actriz, que le da un propósito a su viaje, no parece un mero artificio narrativo. Simboliza la oportunidad de conexión humana, la posibilidad de un reconocimiento por parte de alguien que lo ve y lo entiende, aunque sea superficialmente. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre la naturaleza del arte, la responsabilidad del artista y la búsqueda de la felicidad.

“Los Viajes de Sullivan” es, en definitiva, una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan pasado. Es un retrato honesto y conmovedor de un hombre al borde de la desesperación, un testimonio de la lucha por la expresión artística y una reflexión sobre la condición humana. No es una película para todos, requiere atención y una cierta apertura al mundo del cine clásico, pero ofrece una experiencia cinematográfica rica y gratificante.

Nota: 8/10