Los Vikingos (1958)

“Los Vikingos” (Valhalla Rising) es una experiencia cinematográfica visceral y deliberadamente austera, una película que no se entrega fácilmente ni busca complacer al espectador convencional. La dirección de Nicolas Winding Refn, conocido por su estilo visualmente impactante y su enfoque en la atmósfera, se manifiesta plenamente en esta obra, aunque con el riesgo de resultar, para algunos, excesivamente fría y desconectada.

La película nos transporta a un mundo brutal y primordial, dominado por la violencia y la supervivencia. El reino de los vikingos, retratado con una crudeza implacable, carece de la pompa y el glamour que a menudo se le asocia a este período histórico. El director se centra en la lucha visceral, en el sacrificio y en el costo humano de la guerra. Refn evoca un pasado remoto, sin adornos ni explicaciones, dejando al espectador interpretar la historia a través de las imágenes y el sonido. La ambientación, con sus paisajes nórdicos desolados y su vestuario rudimentario, refuerza esta sensación de autenticidad y deshumanización. La ausencia de diálogos, o la escasa cantidad que se utiliza, es una decisión deliberada que contribuye al impacto visual y a la sensación de desorientación, como si el espectador se encontrara atrapado en un sueño febril.

Las actuaciones son sobresalientes. Manon Bonnefoi, como Morgana, logra transmitir una fuerza interior y una resignación silenciosa que contrastan con su fragilidad física. Su personaje, marcada por el destino y la pérdida, se erige como la figura central de la película, no tanto por su heroicidad, sino por su supervivencia en un mundo implacable. El resto del elenco, compuesto por actores desconocidos, se sumerge por completo en sus roles, entregando interpretaciones intensas y convincentes. Es notable la forma en que los personajes se comunican a través de miradas y gestos, creando una conexión emocional profunda con el espectador.

El guion, en cierto modo, se resiste a establecer un ritmo convencional. La estructura narrativa es fragmentada y no lineal, con secuencias largas y silenciosas intercaladas con momentos de acción intensa. Aunque esta estrategia puede resultar frustrante para algunos, es fundamental para la atmósfera que Refn busca crear. La película no ofrece respuestas fáciles ni conclusiones claras; más bien, se centra en la experiencia sensorial y en la exploración de temas universales como el amor, la pérdida y el destino. La historia de los hermanos, Einar y Eric, está subordinada a este propósito mayor, funcionando como un catalizador para la acción y para el desarrollo del personaje de Morgana. La ausencia de un claro desarrollo de su relación, aunque puede ser un punto débil para algunos, se justifica por el foco principal de la película: la supervivencia.

En definitiva, “Los Vikingos” es una película que exige paciencia y una mente abierta. No es un espectáculo para el entretenimiento ligero, sino una obra que provoca reflexión y que deja una huella duradera en el espectador. Es un canto a la fuerza bruta y a la capacidad humana de adaptarse a las circunstancias más adversas. Requiere que el espectador se sumerja en su atmósfera opresiva y que acepte su ambigüedad y su falta de respuestas fáciles.

Nota: 7/10