Los violentos de Kelly (1970)

“Los violentos de Kelly” es una película que, en lugar de abrumar con grandilocuencias, opta por la economía narrativa y la tensión contenida. Dirigida con maestría por James Foley, la película se sitúa dentro del género de guerra con elementos de thriller criminal, una combinación que resulta sorprendentemente efectiva y refrescante. Foley, conocido por su trabajo en “Sicario”, no rehuye la brutalidad de la guerra, pero la presenta de una manera más cruda y realista que la habitual glorificación bélica. El resultado es un acercamiento visceral a las consecuencias de la guerra y la moralidad en situaciones extremas.

La película se centra en Kelly (Ben Foster), un sargento del ejército estadounidense en plena Segunda Guerra Mundial. Tras un encuentro fortuito con un comando alemán, se ve inmerso en una peligrosa misión: descubrir quién transporta un cargamento de oro robado a Francia hacia el corazón del Reich. Lo que inicialmente parece una simple operación de inteligencia se transforma en un intrincado juego del gato y el ratón, donde la traición y la supervivencia se convierten en las principales apuestas. Foley no se adormece en las descripciones, sino que permite que la historia avance a través de la acción y el diálogo, aunque este último se construye con cierta medida de contención, reflejando el ambiente de paranoia y desconfianza.

La actuación de Ben Foster es excepcional. Foster se desvive por el personaje de Kelly, transmitiendo su cinismo, su pragmatismo y su desprecio por las reglas. No es un héroe tradicional; es un hombre de acción, un hombre que sacrifica la moral por la supervivencia y por el deber. El resto del reparto, incluyendo a Shea Whigham como el ambiguo oficial alemán, contribuye a crear un ambiente de sospecha y desconfianza palpable. Whigham, en particular, ofrece una interpretación matizada, mostrando la complejidad del personaje y las razones detrás de sus acciones. Su actuación equilibra la amenaza con un toque de humanidad, un elemento que añade una capa de ambigüedad a la trama.

El guion, adaptado del novelista William Johnstone, es sólido, aunque no especialmente original. El ritmo es constante, manteniendo la tensión a lo largo de toda la película. No hay grandes giros argumentales sorprendentes, pero sí un desarrollo lógico y convincente de los personajes y la trama. La película se vale de un enfoque en detalles concretos, como la planificación meticulosa de las operaciones y las interacciones entre los personajes, lo que le da un aire de autenticidad. Foley logra evocar el ambiente de la época con gran fidelidad, utilizando la cinematografía y la banda sonora para crear una atmósfera envolvente. Los planos secuencia, especialmente durante las secuencias de persecución, son dinámicos y efectivos, logrando transmitir la intensidad y el caos de la guerra. Sin embargo, el guion podría haber profundizado más en las motivaciones de los personajes secundarios, dotándolos de mayor complejidad.

En definitiva, “Los violentos de Kelly” es una película de guerra bien construida, con actuaciones sólidas y una dirección efectiva. No es una obra maestra del cine bélico, pero sí un entretenimiento inteligente y emocionante que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la guerra y la lucha por la supervivencia. Es un ejemplo de cómo se puede contar una historia de guerra de forma realista y sin caer en clichés.

Nota: 7.5/10