“Loverboy” es un melodrama de los años 80 que, aunque no alcanza la grandeza de sus contemporáneos, se mantiene como una curiosidad encantadora y un ejemplo perfecto de la exuberancia de la época. La película, dirigida por William Crisp, no intenta ser una obra maestra cinematográfica, sino más bien una comedia romántica con toques de drama familiar, y en ese cometido cumple con una notable eficacia, aunque con ciertas inconsistencias.
La historia, centrada en Randy Bodek (interpretado con una naturalidad sorprendente por Patrick Dempsey), un joven desgarbado y con poca fe en sí mismo, es la base para una trama que se desarrolla con una lentitud deliberada. Dempsey, que se encontraba en su apogeo profesional, ofrece una actuación convincente, transmitiendo la inseguridad y la torpeza de un joven que lucha por encontrar su lugar en el mundo. Su evolución, desde el chico desordenado que se siente humillado por su fracaso académico hasta el “doctor del amor” que se encuentra con Alex Barnett, está bien construida y se percibe con naturalidad. La película consigue, en parte, construir empatía con el personaje, a pesar de sus errores.
Barbara Carrera, en el papel de Alex Barnett, aporta una presencia imponente y un encanto maduro al filme. Su interpretación es segura y convincente, ofreciendo un contrapunto interesante a la juventud e ingenuidad de Randy. La química entre ambos actores es palpable, creando un romance atractivo y con una cierta profundidad emocional. Carrera no se limita a ser la belleza seductora; aporta al personaje una vitalidad y un mundo interior que le dan credibilidad a su posición.
El guion, a pesar de su enfoque en el melodrama, presenta algunos momentos genuinamente divertidos, gracias en gran parte a situaciones exageradas y a un humor que refleja el espíritu de los 80. Sin embargo, la película también cae en algunos clichés típicos del género y en la sobreexplotación de ciertos elementos sentimentales. Las escenas de “consueglo” del hombre de Alex, interpretada por un Christopher George, aunque comedia, resultan un tanto forzadas y desentonan con el tono general de la película. La dirección artística es agradable, con colores vivos y una atmósfera que evoca el glamour de Beverly Hills. Los efectos especiales de la época, aunque hoy en día resulten obsoletos, cumplen su función dentro del contexto de la película.
En definitiva, “Loverboy” es una película que, más que sobresalir por su calidad cinematográfica, se caracteriza por su espíritu festivo, sus personajes memorables y su capacidad para transportar al espectador a la burbuja de los 80. Es un entretenimiento ligero y disfrutable, aunque no debe considerarse una obra maestra del género. El ritmo, a veces, es un problema, pero la atmósfera general y la química entre Dempsey y Carrera compensan en parte las deficiencias narrativas.
Nota: 6.5/10