Luchando con las tentaciones (2003)

“Luchando con las tentaciones” (Fighting Temptation) no es una película que redefine el género musical dramático, pero sí ofrece un refugio reconfortante y, a su manera, satisfactorio. La historia, centrada en el regreso de Darrin Hill a su pueblo natal en Georgia tras la inesperada herencia de su tía, se siente inicialmente como un cliché: el ejecutivo de Nueva York, desorientado por la vida moderna y la búsqueda de un propósito, se enfrenta a la simplicidad y las tradiciones de un lugar al que antes despreció. Sin embargo, la película logra evitar la predicción al introducir un elemento inesperado y con un potencial de desarrollo interesante, la presencia de Lilly, una cantante de jazz con una voz excepcionalmente poderosa.

La dirección de Roger Mitchell es pulida y, en su mayoría, eficiente. El ritmo es pausado, permitiendo que el espectador se sumerja en la atmósfera de la pequeña ciudad sureña, capturando con un buen nivel de detalle la belleza de sus paisajes y la calidez de sus habitantes. Hay momentos en los que la película se permite ser contemplativa, explorando la relación entre Darrin y Lilly a través de miradas y gestos, y la banda sonora, integrada perfectamente en la narrativa, aporta gran valor emocional a las escenas. Sin embargo, Mitchell a veces se deja llevar por la lentitud, alargando innecesariamente algunas escenas que podrían haberse condensado.

La actuación de Delroy Lindo como el padre de Darrin es el punto culminante de la película. Su interpretación es magistral, transmitiendo tanto la frustración y el amor paternal como la sabiduría y la melancolía de un hombre que ha visto pasar los años en un pequeño pueblo. El resto del elenco, aunque competente, no alcanza el mismo nivel. Brad Garrett interpreta a su hermano de Darrin con una mezcla de humor y vulnerabilidad, pero su personaje, en general, resulta algo plano. La química entre Lindo y el equipo de Lilly, que incluye a la joven y carismática Brittany Snow, es notable y constituye uno de los pilares emocionales de la historia. La propia Snow, aunque atractiva, se limita a interpretar un personaje de “chica bonita” que, aunque entraña un buen dinamismo con Darrin, no explota todo su potencial.

El guion, escrito por Ted Steele y Stephen Thorne, se enfrenta a un reto importante: equilibrar la comedia, el drama y el elemento musical. Logra un equilibrio aceptable, pero a veces carece de originalidad y se apoya demasiado en clichés del género. La trama central, la competencia gospel, se desarrolla de forma predecible, pero se salva gracias a los personajes y al desarrollo de la relación entre Darrin y Lilly. El mensaje subyacente sobre la búsqueda de la identidad y la importancia de la comunidad es sincero, aunque no especialmente innovador. El tema de la redención, tanto personal como espiritual, se presenta con sensibilidad y no cae en la moralina fácil.

Nota: 6.5/10