L'ultimo terrestre (2011)

“L’ultimo terrestre” es una película que deja una huella persistente, no por su espectacularidad visual o una trama vertiginosa, sino por la inquietante introspección que nos entrega. La dirección de Ivan Sarò es sutilmente perturbadora, construyendo una atmósfera opresiva que refleja la desesperación del protagonista, Gabriele Spinelli, interpretado magistralmente por Pierfrancesco Favino. Sarò evita los clichés del género de ciencia ficción, optando por un enfoque más psicológico y existencial, utilizando el elemento extraterrestre no como un evento cataclísmico sino como un catalizador para la auto-reflexión de un hombre en crisis.

Favino ofrece una actuación creíble y profundamente conmovedora. Su interpretación de Spinelli es densa, cargada de silencios y miradas que revelan un dolor interior considerable. El actor logra transmitir la incomodidad, la frustración y la amargura de un hombre que ha construido un muro alrededor de su corazón, y que la llegada de lo desconocido lo obliga a cuestionar su propia existencia. Su complejidad es la columna vertebral de la película; la torpeza, la misoginia latente, y la profunda soledad que lo definen, se hacen palpables. No es un héroe, es un hombre roto, y Favino lo retrata con una honestidad brutal.

El guion, adaptado de la novela homónima de Luca Amendola, es donde reside la mayor fuerza de la película. La narrativa se desarrolla en un tiempo limitado, concentrándose en los momentos de transición de Spinelli, sus interacciones con Anna (Giulia Bevilacqua) y Teco (Teco Celio), y su creciente paranoia. La ambigüedad es crucial: ¿son los extraterrestres realmente una amenaza, o son un espejo de sus propios miedos y frustraciones? La película no ofrece respuestas fáciles, invitando al espectador a interpretar y a reflexionar sobre la naturaleza humana y la relación del hombre con su entorno, ya sea terrestre o extraterrestre.

Si bien la película es, en general, muy efectiva, es cierto que el ritmo puede resultar pausado para algunos espectadores. La ausencia de acción y efectos especiales, aunque contribuye a la atmósfera de desolación, podría resultar tediosa para quienes buscan un espectáculo más dinámico. Sin embargo, la película recompensa la paciencia del espectador, ofreciendo una experiencia cinematográfica que va más allá de la mera diversión, planteando preguntas inquietantes sobre la condición humana y la inevitabilidad del cambio. La fotografía, sobria y con una paleta de colores apagados, refuerza esa sensación de decadencia y desolación. "L’ultimo terrestre" es, en definitiva, una película que, aunque no alcanza la gloria de los grandes clásicos, merece ser vista y reflexionada.

Nota: 7/10