“Lunas de Hiel” (Moonlight Ice) no es una película que se olvida fácilmente. Dirigida con una elegancia glacial por Olivier Assayas, esta obra maestra del cine contemporáneo te envuelve en una atmósfera de intriga, melancolía y una sutil pero palpable incomodidad. La película no ofrece soluciones fáciles, ni respuestas definitivas, sino que se contenta con explorar las complejidades de las relaciones humanas, el deseo y la memoria con una frialdad que, paradójicamente, resulta profundamente conmovedora.
Hugh Grant, en el papel de Nigel, ofrece una interpretación magistral de un hombre atormentado por la monotonía de su matrimonio y la persistente atracción por una mujer que, en apariencia, lo supera. Su actuación es sutil, pero contundente, transmitiendo la frustración, el deseo reprimido y la creciente desesperación de un hombre que se encuentra atrapado en una existencia sin sal. Kristin Scott-Thomas, como Fiona, aporta una presencia tranquila y sofisticada, contrastando con la vitalidad de Mimi, interpretada con una intensidad inquietante por Emmanuelle Seigner. Seigner no se limita a interpretar un papel; personifica la fragilidad y la ambigüedad de una mujer marcada por una tragedia y por sus propios deseos.
Lo que realmente distingue a “Lunas de Hiel” es su guion, inteligente y con una densidad narrativa asombrosa. La película no se centra en el romance convencional, sino en la exploración de la memoria, el sexo y la percepción subjetiva de la realidad. Las conversaciones entre los personajes son densas y evocadoras, llenas de insinuaciones y secretos. La película se construye lentamente, como un rompecabezas complejo, revelando detalles progresivamente que te obligan a cuestionar tus propias interpretaciones. La dirección de Assayas es impecable, utilizando la fotografía en blanco y negro y la música minimalista para crear una atmósfera que es a la vez hermosa y perturbadora. La banda sonora, en particular, se convierte en un personaje en sí mismo, un acompañamiento constante a la desesperación de los personajes.
La escena donde Oscar, el marido de Mimi, relata sus experiencias sexuales con Fiona es un momento crucial. No es una escena explícita, sino una reflexión introspectiva sobre el cambio, la pérdida y la naturaleza del deseo. Este momento, junto con otros detalles sutiles, evidencia la habilidad de Assayas para evocar emociones profundas y complejas sin recurrir a la grandilocuencia. La película no busca juzgar a sus personajes; más bien, ofrece una visión honesta y sin concesiones de la vulnerabilidad humana. “Lunas de Hiel” es un cine que invita a la reflexión, que nos obliga a confrontar nuestras propias ideas sobre el amor, el deseo y la memoria.
Nota: 8.5/10