M, el vampiro de Düsseldorf (1931)

“M, el vampiro de Düsseldorf” no es una película que deja una impresión superficial. Más bien, se instala en la mente del espectador, generando un inquietante escalofrío que persiste mucho después de que los créditos finales hayan concluido. La película, adaptada de una novela de Helmut Krausser, se centra en la creciente paranoia que consume a una ciudad entera mientras un asesino sádico atormenta a las jóvenes. La atmósfera opresiva es, sin duda, el componente más fuerte de la cinta.

La dirección de Andreas Wiessmann es magistral en la construcción del suspense y la creación de una sensación constante de amenaza. No recurre a jumpscares fáciles ni a trucos visuales llamativos. En cambio, construye el horror lentamente, a través de la utilización inteligente de la iluminación, el sonido y la composición de planos. Cada escena está cuidadosamente elaborada, impregnada de una atmósfera de frío, melancolía y desesperación. El uso de la coloración apagada, con predominio de grises y azules, contribuye significativamente a la sensación de desolación y decadencia que impregna la película. La banda sonora, igualmente cuidada, acentúa la tensión y el sentimiento de peligro inminente. Se intuye una referencia a la estética neondel estilo de la Alemania de posguerra, pero con una intensidad y una sensación de letanía que la elevan por encima de un simple pastiche.

Las actuaciones son sólidas en su conjunto, aunque la figura de M, el asesino, no se presenta como un villano carismático. Ulrich Matthes, en el papel principal, ofrece una interpretación sobria y perturbadora. Su M es un personaje enigmático, frío y calculador, más preocupado por la lógica de sus acciones que por la crueldad por sí misma. La angustia de los agentes de policía, interpretados por un elenco de actores secundarios notable, es palpable y genera empatía. La película explora la deshumanización que experimentan estos personajes al enfrentarse a un crimen tan extremo, donde la moralidad se vuelve difusa.

El guion, adaptado de la novela, no es intrínsecamente revolucionario, pero sí efectivo. Si bien la trama principal es relativamente sencilla, la película profundiza en las consecuencias psicológicas del terror en la ciudad. Se examinan las reacciones de la población, el miedo colectivo y la pérdida de la fe en las instituciones. Sin embargo, en algunos momentos, la película se pierde en detalles descriptivos que ralentizan el ritmo. El guion no ofrece respuestas fáciles ni justificaciones para las acciones de M, lo cual, en mi opinión, es un punto a favor. Se deja al espectador con la incertidumbre y la sensación de que el mal puede residir en cualquier lugar.

En definitiva, “M, el vampiro de Düsseldorf” es una película inquietante y atmosférica que se centra en la creación de suspense y la exploración de las consecuencias del terror. No es una obra maestra cinematográfica, pero sí una experiencia visual y sonora que vale la pena ser vivida. Es una película que te persigue en la memoria.

Nota: 7.5/10