“Maestro”, la nueva película de Bradley Cooper, no es un biopic convencional sobre Leonard Bernstein, sino una exploración intensa y a menudo perturbadora de la psique de un hombre atormentado por su genio, su ambición desmedida y una profunda insatisfacción existencial. Cooper, quien también dirige y escribe, nos presenta a Bernstein no como un héroe musical, sino como un ser humano complejo, marcado por el autodestrucción y una búsqueda constante de validación, que se manifiesta en un frenético trabajo creativo y un matrimonio deshilachado. La película no se centra en los logros musicales de Bernstein, aunque estos son inevitables, sino más bien en su lucha interna, en la necesidad imperiosa de crear, de dejar su huella en el mundo, a pesar de los fracasos y las decepciones.
La dirección de Cooper es, sin duda, el punto fuerte de la película. Su enfoque, a veces visualmente impactante, utiliza la técnica del found footage, intercalando entrevistas y registros de voz de Bernstein con escenas recreadas, para crear una atmósfera de inmediatez y autenticidad. Esta estrategia, aunque arriesgada, funciona en su mayoría, intensificando la sensación de que estamos accediendo directamente a la mente del compositor. Sin embargo, en ocasiones, la abundancia de este “found footage” resulta abrumadora y distrae de la narrativa principal. Cooper demuestra una gran habilidad para transmitir la intensidad emocional de Bernstein, a través de expresiones faciales sutiles y una dirección de actores magistral, especialmente en la interpretación de Carey Mulligan como Felicia Bernstein, la esposa del músico, un personaje complejo y, a veces, cruel que sirve de espejo a las vulnerabilidades de su marido.
La actuación de Carey Mulligan es, sin duda, la joya de la corona. Ella no solo ofrece una representación convincente de una mujer inteligente, inteligente y a menudo frustrada, sino que aporta una profundidad emocional que eleva la película. La química entre Mulligan y Cooper es palpable, creando un retrato creíble de un matrimonio marcado por el amor, la ambición y el resentimiento. El resto del elenco, incluyendo a Alessandro Nivola como Jerome Robbins, el bailarín y coreógrafo, y Michelle Yeoh como Nadia Minevich, la directora de orquesta de la Nueva York Philharmonic, también ofrecen interpretaciones sólidas y contribuyen a la riqueza del universo cinematográfico. La película no rehúye de momentos incómodos y dolorosos, explorando temas como la adicción, la sexualidad y la presión social de forma honesta y sin concesiones.
El guion, aunque en ocasiones me pareció un tanto apresurado en sus momentos más intensos, se vale de una banda sonora exquisita que captura la esencia de la música de Bernstein. Las piezas de música original son impactantes y se integran perfectamente en la narrativa, subrayando las emociones y los estados de ánimo de los personajes. No obstante, la película carece, en mi opinión, de una claridad estructural en algunos momentos, permitiendo que la complejidad del personaje y la abundancia de material pueda resultar confusa para el espectador. La decisión de presentar la vida de Bernstein a través de una lente subjetiva, filtrada por sus propias memorias, es audaz, pero podría haber sido desarrollada de forma más matizada. Es una película que invita a la reflexión, pero que a veces se pierde en la propia intensidad de su protagonista.
Nota: 7/10