Magicians (2007)

“Magicians” (Magos) no es precisamente una película que rompa esquemas, pero en su insistencia en la incomodidad y la ambigüedad moral, logra ofrecer una experiencia cinematográfica más interesante de lo que parece a primera vista. La película de Michael Grandage, a pesar de su premisa sencilla, se enfoca en la dinámica tensa entre dos magos rivales, Robert Webb y David Mitchell, cuya animosidad se extiende más allá de la simple competencia en el mundo del ilusionismo.

Webb y Mitchell, como Leo y Stan, respectivamente, no son héroes carismáticos. Son seres torpes, a menudo frustrantes, que nos recuerdan a personajes que han estado en una mala racha durante demasiado tiempo. Su relación, construida sobre años de desconfianza y resentimiento, es el núcleo del argumento y la película se beneficia enormemente de la química entre los dos actores. Webb ofrece una interpretación particularmente sutil, transmitiendo la mezcla de nerviosismo, ambición y cierto desprecio que impregna a Leo. Mitchell, por su parte, aporta una calma casi inquietante, lo que contrasta de forma efectiva con la inestabilidad de su amigo. Sarah Hadland, en el papel de la esposa de Leo, aporta un peso emocional y un elemento de vulnerabilidad que contrasta con el entorno artificioso y competitivo.

La dirección de Grandage es deliberadamente contenida, utilizando la cámara de una forma que se ajusta a la atmósfera claustrofóbica de la película. No hay grandes espectáculos visuales o escenas grandiosas, sino un enfoque en los pequeños detalles, las miradas furtivas y las conversaciones mordaces. La película se centra en el proceso, en la preparación para el concurso y en el constante juego de poder entre los magos. Esto, a menudo, puede resultar un poco lento para el espectador acostumbrado a la acción, pero es precisamente esta lentitud la que contribuye a la sensación de tensión y malestar. La puesta en escena es impecable y crea un ambiente de opresión, intensificando la idea de que todos los personajes están atrapados en una red de mentiras y secretos.

El guion, de James Wood y Robert Maltby, es inteligente y juega con la idea del ilusionismo como metáfora de la vida misma. La competición de magia es, obviamente, una forma de representar las dificultades de la vida, y la necesidad de engañar para sobrevivir. Sin embargo, la película va más allá de la simple analogía, explorando temas como la identidad, la responsabilidad y las consecuencias de nuestras acciones. La amenaza de la guillotina, utilizada como elemento de suspense y como símbolo de la justicia, añade una capa extra de complejidad a la trama. Aunque el ritmo puede ser irregular, la película mantiene el interés del espectador gracias a la ambigüedad moral de los personajes y la constante sensación de que algo va a salir mal.

En definitiva, “Magicians” no es una película para todos los gustos. Pero para aquellos que buscan una comedia negra con un toque de suspense psicológico, y que valoren la sutileza y la complejidad de sus personajes, resulta ser una experiencia satisfactoria y, a la vez, perturbadora. Es una película que te deja pensando mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 7/10