Mal ejemplo (2008)

“Mal ejemplo” (Bad Deeds), dirigida por Jake Kasdan, es una comedia fresca y sorprendentemente inteligente que explora la banalidad de la fama y las consecuencias inesperadas de las decisiones impulsivas. La película, protagonizada por el siempre encantador Paul Rudd y el inconfundible Seann William Scott, no busca la hilaridad tradicional; en su lugar, opta por un humor más sutil y un drama conmovedor que emerge del caos inicial. La premisa, aunque aparentemente simple – dos comerciales de bebidas energéticas que se ven envueltos en un accidente y obligados a cumplir 150 horas de servicio comunitario como mentores – sirve como catalizador para un viaje interno y a la vez, una reflexión sobre la responsabilidad y la empatía.

Kasdan logra construir una atmósfera palpable de desconcierto. La primera mitad de la película está impregnada de un humor negro sutil, donde los intentos de Rudd y Scott por encajar en sus nuevas roles de mentores son, en esencia, grotescos. La química entre los dos actores es excelente; la exasperación de Rudd contra la torpeza de Scott es lo que hace que el absurdo inicial funcione tan bien. Sin embargo, lo que realmente distingue a “Mal ejemplo” de las comedias de "mensos en problemas" es la manera en que la película se atreve a explorar la evolución de sus personajes. La responsabilidad no les llega de forma fácil, y el proceso de aprendizaje, tanto para Danny como para Wheeler, es lento y frustrante. Se ven obligados a confrontar sus propios defectos, sus propias carencias y, lo que es más importante, a conectar con los niños a los que se supone que están guiando.

La dirección de Kasdan es elegante y precisa. Utiliza el humor para disfrazar un tema más profundo: la importancia de la conexión humana y la reflexión sobre la forma en que nuestras acciones afectan a los demás. La banda sonora, cuidadosamente seleccionada, y las actuaciones de los niños, a menudo no profesionales, le otorgan un aire de autenticidad que añade peso emocional a la narrativa. Particularmente destacable es el trabajo del joven Adam Piché, quien interpreta a uno de los niños, y que entrega una interpretación conmovedora y honesta. El guion, co-escrito por Kasdan y otros, evita los clichés y se adentra en temas como la paternidad, la pérdida y la búsqueda de significado. No es una película que se ria de la situación; se usa la comedia como herramienta para llegar a un punto de conciencia.

Rudd ofrece una interpretación sorprendentemente matizada, alejándose de su habitual imagen de estrella de comedia. Su personaje evoluciona gradualmente, mostrando una vulnerabilidad y una empatía que no se esperaban. Scott, por su parte, ofrece un divertido alivio cómico, pero también explora la sensación de sentirse fuera de lugar y la dificultad de adaptarse a nuevos roles. La película, en definitiva, es un estudio psicológico de dos hombres que deben aprender a ser mejores personas, y eso, sorprendentemente, es hilarante y profundamente satisfactorio.

Nota: 7/10