Malas calles (1973)

“Malas calles” (1972) no es solo una película de mafia; es un retrato visceral de la desesperación, la ambición desmedida y la corrupción que carcomen el alma de la ciudad de Nueva York en los años 70. Robert Altman, con su habitual estilo descentralizado y narrativo, consigue que la película se sienta como un mosaico de escenas interconectadas, cada una resonando con una atmósfera opresiva y un sentido de inminente tragedia. La película, lejos de centrarse en un héroe, nos introduce en la vida de Charlie (Harvey Keitel), un joven italoamericano que se encuentra atrapado en una red de violencia y lealtades inquebrantables dentro de la mafia. Keitel ofrece una actuación magistral, mostrando una vulnerabilidad y una creciente desesperación que son el corazón de la película.

La dirección de Altman es fundamental para el éxito de “Malas calles”. Se aleja de la acción estilizada y los clichés del género, optando por un enfoque más realista y fragmentado. El tiempo no es lineal; las escenas se entrelazan, saltando entre el presente, el pasado y quizás el futuro inmediato de los personajes. Esto, aunque a veces confuso, refleja la naturaleza caótica y la falta de control que experimentan los protagonistas. Altman utiliza planos largos y estabilización móvil, creando un movimiento constante que intensifica la sensación de incomodidad y de peligro inminente. La iluminación, igualmente importante, refleja la oscuridad moral y la falta de esperanza que impregnan la narrativa.

La interpretación de Robert De Niro como Johnny Boy es igualmente impresionante. De Niro, en un papel relativamente pequeño pero crucial, transmite la impulsividad, la crueldad y la irracionalidad de un joven que parece estar condenado a la autodestrucción. Su relación con Charlie es la columna vertebral de la película, un vínculo peligroso y problemático que amenaza con consumirlos a ambos. La química entre Keitel y De Niro es palpable, alimentando el drama y la tensión constantes. No obstante, la película no se queda en la simple rivalidad entre dos hombres; explora las motivaciones ocultas detrás de sus actos, las presiones familiares y el impacto de la sociedad en sus decisiones.

El guion, coescrito por Altman, Paul Schrader y Martin Romano, es brillante en su capacidad para exponer la amoralidad inherente al mundo de la mafia. Las conversaciones, a menudo largas y aparentemente sin sentido, revelan la complejidad de las relaciones y la facilidad con la que la violencia se convierte en una solución. La película no ofrece justificaciones para el comportamiento de los personajes, simplemente presenta las consecuencias de sus elecciones. El tono es sombrío y pesimista, pero también está teñido de una extraña belleza, gracias a la cinematografía y las actuaciones. “Malas calles” es una meditación sobre la ambición, la responsabilidad y la pérdida, una obra maestra del cine neovanguardista que sigue siendo relevante décadas después de su estreno.

Nota: 8.5/10