Mallrats (1995)

“Mallrats” no es una película para todos. A menos que poseas una predisposición particular por la comedia irreverente, el humor absurdo y la transgresión consciente, es probable que te encuentres con una experiencia frustrante, incluso irritante. Sin embargo, y precisamente en esa resistencia, reside una de sus mayores virtudes. Kevin Smith, a pesar de ser uno de los cineastas más exitosos de la actualidad, inicia su carrera con esta joya (o tal vez maldición) de 1994, y la película se erige como un manifiesto de la segunda ola de la comedia independiente estadounidense. El resultado es una experiencia cinematográfica que exige participación del espectador y que recompensa al que se atreva a abrazar su torpeza.

El director y guionista, Smith, logra crear un universo paralelo, un centro comercial llamado "The Rottingdale Mall", que se convierte en el escenario perfecto para sus delirios. El guion, a menudo considerado de baja calidad por los críticos más puristas, en realidad es su punto fuerte. Las conversaciones son improvisadas, fragmentadas y absolutamente descabelladas. No hay trama principal, per se, sino una serie de situaciones cómicas que se enlazan de manera improbable. El humor se basa en la repetición de frases, en el uso de jerga adolescente y en la absoluta falta de sentido común de los personajes. Smith, como a menudo hace, no se toma a sí mismo ni a sus personajes en serio. Esto se refleja en el ritmo frenético de la película, que alterna momentos de acción exagerada con diálogos absurdos. La película se aprovecha a lo largo de todo su metraje del uso de la cámara, con planos cortos y rápidos que contribuyen a la sensación de caos y confusión.

Las actuaciones son, en general, bastante buenas, aunque algunas de ellas, como la de Stephen Tobolowsky como el “hombre de los sueños”, son puro deleite cómico. Seth Rogen y Dave Franco, en sus papeles principales, logran encajar en la dinámica de personajes que Smith crea, aunque a veces su inmadurez y su comportamiento a menudo vergonzoso acentúan más el absurdo de la situación que genera comedia. La química entre ellos es fundamental para que el espectador pueda empatizar, aunque sea de manera limitada, con sus desventuras. Sin embargo, hay que destacar las interpretaciones secundarias, especialmente las de los actores que acompañan al "hombre de los sueños", cuyo diálogo es un verdadero tratado de la improvisación.

Más allá de la comedia, “Mallrats” explora, de manera incipiente, temas como el amor, la adolescencia, la identidad y la búsqueda de la aceptación. El malvado jefe de seguridad, interpretado con una magnificencia inquietante por Steve Zahn, simboliza la autoridad opresiva y las expectativas sociales. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que se deja abierta a la interpretación. El final, deliberadamente ambiguo, refuerza esta idea y ancla a la película en la inmediatez del momento.

Nota: 7/10