Mamá se va de viaje (2020)

“Mamá se va de viaje” (Leave the World Behind) de Eli Roth no es, precisamente, un thriller de suspense inmediato, pero sí una meticulosa disección del pánico, la vulnerabilidad y la desconexión humana ante una crisis inesperada. La película, ambientada en un imponente y lujoso alquiler de vacaciones en Long Island, Nueva York, se centra en la llegada de una pareja, Eric y Amanda, y en la posterior visita de los amigos Clay y Margot. La llegada de una tormenta masiva y la interrupción de las comunicaciones digitales desencadenan una escalada de paranoia y desconfianza que se convierte en el núcleo de la historia. Roth, a pesar de su reputación como director de terror, demuestra una habilidad notable para construir tensión de forma gradual y psicológica, priorizando la sutiles sutilezas sobre el espectáculo gore.

La dirección de Roth es, en general, impecable. Utiliza la amplitud del entorno, el diseño de producción y la fotografía para crear una sensación de aislamiento y amenaza latente. Los planos largos, a menudo centrados en las expresiones de los personajes, son particularmente efectivos para transmitir sus miedos y dudas. La película no se basa en jumpscares, sino en la inquietud palpable que genera la incertidumbre. El uso del sonido es crucial, subrayando los ruidos apagados y la ausencia de información que contribuyen a la atmósfera de desasosiego. Sin embargo, a veces, la insistencia en la contemplación puede ralentizar el ritmo de la narración, lo que puede frustrar a los espectadores acostumbrados a una acción más dinámica.

Las actuaciones son, en su gran mayoría, sobresalientes. Ethan Hawke y Julia Roberts, como Antoine y Isabelle, ofrecen interpretaciones matizadas que capturan la creciente desesperación y la incomodidad de sus personajes. Hawke, en particular, interpreta a Antoine con una naturalidad convincente, transmitiendo la fragilidad de un hombre que se ve repentinamente fuera de su zona de confort. La química entre los actores es notable, creando un contraste interesante entre la aparente frialdad de Isabelle y el torpeza emocional de Antoine. El resto del elenco, incluyendo a Myha’la Herrold y Mahershala Ali, también contribuyen a la riqueza de la dinámica familiar y de amistad que se desarrolla en la película. La interpretación de Mahershala Ali, en especial, aporta una profundidad y un peso emocional a su personaje.

El guion, aunque inteligente y reflexivo, es, en cierto modo, complejo y a veces, algo ambivalente. La película plantea preguntas sobre la dependencia de la tecnología, la clase social, el racismo y las divisiones en una sociedad. Sin embargo, la exploración de estos temas no siempre es lo suficientemente profunda como para justificar el largo desarrollo de la trama. El ritmo, como mencioné, también puede ser un factor limitante. El guion intenta crear una sensación de urgencia, pero a veces, la lentitud de la narrativa deja al espectador sintiéndose un poco desorientado. La película ofrece una mirada distópica y preocupante sobre cómo nuestras vidas podrían desmoronarse cuando las infraestructuras que damos por sentadas fallan. La incertidumbre sobre el origen de la emergencia, y la amalgama de interpretaciones posibles, son un elemento clave, aunque también pueden resultar en una sensación de incompletud para algunos espectadores.

Nota: 7/10