Maniquí (1987)

“Maniquí” es una película que, en su premisa, llama la atención desde el primer momento. La idea de un artista en busca de inspiración encontrándola en un maniquí con una conexión ancestral es, en principio, atractiva y genera curiosidad. Sin embargo, la ejecución de la propuesta, aunque no carente de mérito, resulta un tanto desigual, sumida en una atmósfera que, en ocasiones, se siente excesivamente melancólica y con un ritmo que alterna momentos de dinamismo con escenas más pausadas, incluso lentas.

La dirección de Michael Almereyda, conocido por su trabajo en “Cómo entrenar a tu dragón”, se distingue por un estilo visualmente marcado, con una estética que recuerda a las películas de Terry Gilliam. Almereyda utiliza planos secuencia y composiciones audaces, buscando generar una atmósfera onírica que, en general, logra su objetivo. La película está visualmente atractiva, con un diseño de producción meticuloso que evoca tanto el glamour de los escaparates vintage como la belleza austera de Egipto. Sin embargo, esta búsqueda de la estética, en algunos momentos, parece priorizar la imagen sobre la narración, lo que puede resultar un poco empobrecedor.

La película cuenta con un elenco capaz, encabezado por Rami Malek, quien ofrece una interpretación sólida como Jonathan Switcher. Malek maneja con destreza el contraste entre la vulnerabilidad de su personaje y su creciente obsesión por la maniquí, una interpretación que se sustenta en una palpable frustración y un anhelo de reconocimiento. La química entre Malek y Anya Taylor-Joy, quien interpreta a la misteriosa mujer del antiguo Egipto, es notable. Taylor-Joy aporta una presencia enigmática y un aire de rebeldía que contrastan perfectamente con la juventud y la sensibilidad de Jonathan. No obstante, a pesar de las buenas interpretaciones, algunos diálogos resultan poco convincentes y carentes de la profundidad necesaria para explorar a fondo la compleja relación entre los personajes.

El guion, aunque en su base se basa en una idea original, presenta algunas fallas. La trama, que comienza con gran potencial, se complica en exceso y pierde fuerza en su desarrollo. La introducción de los rivales del gremio, por ejemplo, resulta un añadido innecesario que desvía la atención del espectador de la historia principal. Además, la resolución del conflicto final se siente precipitada y poco satisfactoria, dejando algunas preguntas sin respuesta. Si bien la película aborda temas como la inspiración artística, la identidad y la búsqueda de uno mismo, estos temas no están suficientemente desarrollados y permanecen en la superficie.

En definitiva, “Maniquí” es una película visualmente atractiva con buenas interpretaciones, pero que se ve lastrada por un guion irregular y un ritmo desigual. Si bien la premisa es interesante y la atmósfera onírica es evocadora, la película no logra alcanzar su máximo potencial. Podría haber sido una joya, pero en última instancia, queda en un plano más convencional.

Nota: 6/10