Mar de hierba (1947)

“Mar de hierba” (1940) es, con justa razón, un clásico de la comedia dramática estadounidense, aunque su impacto duradero se ha visto a veces eclipsado por otros títulos de la misma época. La película, dirigida con maestría por Frank Capra, no se limita a entretener; es una disección sutil y a menudo agridulce de la soledad, la aridez y el peso del pasado, todo ello envuelto en un barniz de humor irónico. Capra, a pesar de su inclinación por lo “americano”, logra capturar una sensación de desolación que va más allá de la mera comedia.

La premisa, que presenta a James Brewton (Spencer Tracy) un hombre de negocios implacable y una mujer de la alta sociedad, Elizabeth (Katharine Hepburn), recién casadas en la inmensidad del Nuevo México, es intrigante desde el principio. La película no intenta ofrecer un romance convencional; más bien, explora la incomunicación y el aislamiento entre los dos protagonistas. Tracy, en un papel que le sienta como la guinda del pastel, ofrece una actuación magistralmente contenida. Su Brewton es un hombre endurecido por la vida, un hombre que ha aprendido a controlar sus emociones para protegerse del dolor. No se trata de un villano, sino de un hombre que, a pesar de su exterior frío y calculador, alberga una profunda melancolía. La química entre Tracy y Hepburn es, indudablemente, uno de los puntos fuertes de la película. Su forma de interactuar, a veces con miradas cargadas de significado y otras con silencio incómodo, construye una atmósfera palpable de desilusión. Hepburn, por su parte, ofrece una interpretación igualmente convincente, entregando a Elizabeth una mujer inteligente y observadora, pero que lucha por encontrar su lugar en un mundo que parece no tener cabida para ella.

El guion, adaptado de la novela de Dodie Smith, es notablemente inteligente. La película se resiste a simplismos. No hay explicaciones fáciles ni soluciones instantáneas. La narrativa se centra en la evolución de la relación entre Brewton y Elizabeth, y en cómo sus vidas pasadas, dolorosas y marcadas por el sufrimiento, se interponen en su camino. La película evoca con notable sutileza el paisaje árido del Nuevo México, que se convierte en un personaje más en sí mismo, reflejando la soledad y el aislamiento de los protagonistas. Los diálogos son afilados y llenos de un humor seco y a veces amargo. Capra también despliega magistralmente el uso del paisaje para expresar el estado emocional de los personajes, el horizonte abierto y vasto que simboliza la búsqueda de una salida, de un nuevo comienzo.

Si bien “Mar de hierba” no es una comedia hilarante, es una película profundamente conmovedora que explora temas universales como el amor, el arrepentimiento, la pérdida y la necesidad de conexión humana. Es una obra maestra del cine clásico, que invita a la reflexión y que, a pesar de su antigüedad, sigue resonando con el público actual. La película demuestra, una vez más, la habilidad de Capra para combinar comedia y drama de una manera tan efectiva.

Nota: 8.5/10