María Magdalena (2018)

“María Magdalena” es, en su esencia, una película ambiciosa y, a veces, frustrantemente elusa. Dirigida por Robert Eggers, un cineasta que ya demostró su habilidad para la atmósfera y el detalle en “El Faro” y “El Nigromante”, esta producción busca inmersión histórica y un profundo análisis de la mujer en la religiosidad primitiva. No obstante, su enfoque particular, que le otorga a María (Rooney Mara) un protagonismo casi obsesivo, la coloca en una encrucijada narrativa que no siempre se resuelve de forma satisfactoria.

Rooney Mara ofrece una actuación notable, cargada de una quietud palpable que refleja la incomodidad y la búsqueda de identidad de su personaje. Mara no se limita a interpretar un papel; se sumerge en la mirada de María, transmitiendo su desasosiego, su deseo de pertenencia y su creciente convicción. Su actuación, con una mínima expresión facial, es el pilar emocional de la película, el punto de conexión más fuerte para el espectador. Sin embargo, la película, a menudo, se apoya demasiado en su protagonista, dejando a los demás personajes, incluyendo a Jesús (Joaquin Phoenix), en un segundo plano.

Joaquin Phoenix, a pesar de tener un papel central, se ve constantemente eclipsado por la intensidad de Mara. Su interpretación de Jesús es, en cierto modo, decepcionante. Se le presenta como un líder carismático y persuasivo, pero la película no profundiza lo suficiente en su ambivalencia, en sus dudas o en las contradicciones inherentes a su misión. El personaje se reduce a menudo a un catalizador, un punto de inflexión en el viaje de María, lo cual resulta algo simplificado y menos arriesgado.

El guion, a cargo de Eric Roth, se distingue por su meticuloso cuidado con los detalles históricos. La ambientación, la vestimenta, los rituales y las costumbres de la Judea del siglo I están retratados con una fidelidad impresionante, creando una atmósfera claustrofóbica y perturbadora. Eggers, como siempre, demuestra un dominio absoluto de la mise-en-scène, utilizando una paleta de colores apagados, una iluminación natural y un sonido minimalista para sumergir al espectador en el mundo de la película. No obstante, el ritmo es pausado hasta el punto de la lentitud, y algunos diálogos, por lo que se intenta evocar la jerarquía y el lenguaje de la época, resultan excesivamente floridos y poco naturales. La narrativa, en general, se siente a veces dispersa, con una sensación constante de que se está perdiendo el rumbo.

A pesar de sus fallas, “María Magdalena” es una película que invita a la reflexión. Es una exploración de la fe, la devoción, la marginalidad y la búsqueda de un propósito en un mundo dominado por la tradición. Aunque no logre alcanzar la grandilocuencia que su ambición sugiere, la película ofrece momentos de belleza visual y una actuación memorable de Rooney Mara, invitando al espectador a cuestionar las propias convenciones y a considerar la experiencia de las mujeres relegadas al margen de la historia.

Nota: 6/10