María reina de Escocia (2018)

“María, reina de Escocia” es una película que, a pesar de su considerable presupuesto y el atractivo histórico de su protagonista, resulta un ejercicio de ambición desmedida que no logra cumplir su promesa. Dirigida con una paleta visual llamativa por Helena Bonham Carter, la película se sumerge en las turbulentas aguas de la corte escocesa a principios del siglo XVI, buscando retratar el ascenso y la caída de la reina María Estuardo, en su búsqueda de la corona de Inglaterra. El problema fundamental reside en que la película se pierde en la complejidad de su protagonista y diluye la fuerza de su personaje en un océano de intrigas palaciegas y diálogos artificiosos.

Helena Bonham Carter ofrece una interpretación visceral y, a veces, exasperante de María. Su María es una mujer compleja, ambiciosa, imprudente y profundamente atormentada por la pérdida de su primer marido. La actriz logra transmitir la fragilidad emocional y la determinación feroz de la reina, incluso cuando las decisiones que toma la empujan hacia el abismo. Sin embargo, la dirección de Carter a veces cae en la sobreactuación, generando momentos que resultan más teatrales que realistas. La película, en general, sacrifica la sutileza en favor de la intensidad dramática, lo que diluye el impacto de las escenas clave.

El guion, adaptado de las memorias de Mary Seton-Watson, se enfrenta al desafío de condensar la vida de una mujer que, en realidad, fue objeto de numerosas controversias y juicios históricos. La película, en su afán por ser grandiosa, introduce demasiados personajes secundarios y subtramas que restan importancia a la relación central entre María y Isabel I. La rivalidad entre las dos reinas, elemento central del conflicto, no se explora con la profundidad que merece. Se nos bombardea con planes de intrigas y conspiraciones, pero la película no consigue transmitir el verdadero nerviosismo y la incertidumbre de la época, ni la complejidad psicológica de los personajes involucrados. El ritmo es irregular, alternando momentos de gran tensión con escenas de contemplación que, en cambio, no aportan nada significativo.

Visualmente, “María, reina de Escocia” es un festín para la vista. La fotografía, en particular, es sobresaliente, recreando con maestría los paisajes y las grandilocuentes decoraciones de la época. Los vestuarios son igualmente impresionantes, y la banda sonora, compuesta por Howard Shore, crea una atmósfera opresiva y melancólica. Sin embargo, la belleza estética no compensa las deficiencias narrativas y de desarrollo de personajes. La película se concentra demasiado en la apariencia de grandeza, descuidando la sustancia que daría vida al relato.

En definitiva, “María, reina de Escocia” es una película ambiciosa y visualmente impactante, pero desaprovechada. Podría haber sido una historia magnética, pero las decisiones creativas, que priorizan el espectáculo sobre la profundidad, la hacen una experiencia cinematográfica olvidable. El resultado es un retrato superficial de una mujer extraordinariamente compleja, y un tanto decepcionante.

Nota: 6/10