“Marianne y la pócima del amor” (Strange Magic) no es una película que busca ser una gran innovación dentro del género de fantasía animada. Más bien, es una carta de amor, un homenaje palpable y a menudo conmovedor a la tradición de los cuentos de hadas y, en particular, a “El Sueño de una Noche de Verano” de Shakespeare. La película, dirigida por Kyle Cullin y David Adefila, se presenta como una interpretación fresca y vibrante de esa rica tradición, utilizando una banda sonora que se convierte en el verdadero corazón y alma del relato.
La dirección de Cullin y Adefila se distingue por su cuidado en el diseño visual y la animación. Se evita la estética "realista" que dominaba la animación para adultos de los últimos años, optando por una paleta de colores exuberantes, un estilo reminiscente del Disney clásico y un dinamismo que transmite la magia y el caos inherente a la fantasía. Los paisajes son idílicos y, a la vez, llenos de detalles que sugieren una cultura goblin rica y compleja. No obstante, a pesar de las virtudes visuales, hay momentos donde la animación puede sentirse un poco tosca y poco pulida, aunque esto quizás se deba a la ambición de lograr un estilo pictórico, similar a las ilustraciones de los libros de cuentos.
El argumento, aunque aparentemente simple, se basa en la idea de que el amor, en todas sus formas, es la fuerza más poderosa del universo. La película explora temas de celos, perdón y sacrificio, con personajes entrañables y motivaciones comprensibles. El núcleo de la historia, la rivalidad entre Marianne, una hada en desacuerdo con sus responsabilidades, y Gus, un goblin enamorado de ella, es especialmente resonante. Sin embargo, el guion, a pesar de sus momentos de brillantez, se siente a veces un poco apresurado y la resolución de algunos conflictos resulta un tanto forzada. No obstante, la inclusión de canciones populares de los últimos 60 años, integradas de forma orgánica en la narrativa, es una de las mayores fortalezas de la película. Estas canciones no solo añaden un elemento musical atractivo, sino que también sirven como ventanas a las emociones y motivaciones de los personajes.
Las actuaciones de voz son sólidas, con un reparto vocal diverso y talentoso. La interpretación de la voz de Marianne, por parte de Abigail Breslin, es particularmente destacable, capturando la complejidad y vulnerabilidad del personaje. La química entre los actores de voz, especialmente Breslin y Sammul Romano como Gus, es palpable y contribuye significativamente al éxito emocional de la película. No obstante, algunas secundarias voces no están tan bien definidas, lo que afecta ligeramente la calidad general de la interpretación. La música, coreografiada con gran habilidad, no solo acompaña la historia sino que la define.
En definitiva, "Marianne y la pócima del amor” es una película encantadora y con alma, que se beneficia enormemente de su banda sonora. Si bien no es una obra maestra, es un entretenimiento agradable, especialmente para los amantes de los cuentos de hadas y las canciones nostálgicas. Es una película que valora la fantasía, el amor y el poder de la música, lo que la convierte en una opción ideal para una noche de cine familiar.
Nota: 7/10