Marina Abramovic: La artista está presente (2012)

“Marina Abramovic: La artista está presente” no es simplemente un documental; es una experiencia sensorial, un ritual silencioso que te obliga a redefinir la propia relación con el arte y la presencia. Documentalmente, la película captura la esencia de una mujer, una leyenda realmente, que ha dedicado su vida a explorar los límites del cuerpo humano y de la percepción. El MOMA, con su imponente arquitectura y su aura de prestigio, se convierte en el escenario perfecto para albergar la obra de una artista que siempre ha desafiado las convenciones, no solo del arte, sino también de la interacción social y la propia noción de lo que significa ser “artista”.

Lo que distingue a esta película es precisamente su simplicidad y su fuerza. No hay entrevistas largas, ni análisis académicos rebuscados. La dirección de Matthew Dellaplane se mantiene fiel al espíritu de Abramovic: observa, registra, se convierte en un testigo mudo. La película se centra en la performance más emblemática de la artista, la que consiste en permanecer sentada en una silla vacía durante seis horas, mientras los asistentes pueden acercarse y sentarse a su lado. La tensión palpable, el silencio, la mirada fija en el vacío… Todo contribuye a crear una atmósfera de intensa intimidad, de una conexión casi religiosa entre el artista y el espectador. La cámara, casi invisible, documenta las reacciones de los asistentes: algunos se acercan, se quedan quietos, observan con fascinación, otros se retraen, incómodos. La película no juzga estas reacciones; las captura tal como son, reconociendo la complejidad de la experiencia.

La actuación de Abramovic es, obviamente, el centro de la película. Su presencia es imponente, no por la grandiosidad de su figura, sino por la fuerza de su concentración, por la profunda seriedad que emana. No es una performance espectacular, llena de efectos especiales o movimientos elaborados. Es una performance de resistencia, de presencia, de aceptación. Demuestra una capacidad asombrosa para soportar la incomodidad, la mirada ajena, el tiempo detenido. La película, al no intentar explicar el significado de la performance, permite al espectador descubrir su propio significado.

El guion, si se puede llamar así a un documental que se basa en la observación directa, es el más mínimo posible. Su función principal es establecer el contexto: la trayectoria de Abramovic, su filosofía, su compromiso con el cuerpo como herramienta de expresión. La ausencia de explicaciones te permite sumergirte por completo en la experiencia, sin ser guiado hacia una interpretación predefinida. Es una apuesta por la intuición, por la experiencia directa, por la posibilidad de que el arte hable por sí mismo.

“Marina Abramovic: La artista está presente” no es un documental para todo el mundo. Requiere paciencia, sensibilidad, una disposición a abandonar las expectativas convencionales. Pero para aquellos que estén dispuestos a participar en este ritual silencioso, ofrece una experiencia transformadora, una reflexión profunda sobre la naturaleza del arte, la relación entre el artista y el público, y la capacidad del cuerpo para expresar lo inefable. Es, sin duda, un hito en la documentación del arte contemporáneo.

Nota: 8.5/10