“Marte necesita madres” es, en su núcleo, una película que intenta navegar por un territorio particularmente delicado: el miedo de la infancia y el anhelo de conexión parental. La película, dirigida por Simon Wells, se presenta como una aventura espacial, pero en realidad es, en gran medida, una exploración de la dinámica entre un padre y un hijo, exacerbada por la surrealidad de una situación cósmica. La técnica de captura de movimientos, heredada de proyectos como "Polar Express" o "Beowulf", funciona, en su mayoría, como un recurso visual que, si bien ofrece cierto realismo a las expresiones del protagonista, también puede resultar ligeramente artificioso, especialmente en las escenas más emotivas. No es una estética que deslumbra por su innovación, sino que se conforma con replicar lo que ya ha funcionado antes.
El guion, de Mark Protassenoff, es donde reside la mayor parte de las fallas de la película. La premisa, aunque intrigante, se desarrolla con una torpeza que a menudo hace que la narrativa se sienta más como una serie de situaciones improbables que necesitan ser explicadas, que como una construcción lógica. La resolución de los conflictos se siente apresurada, y el ritmo general de la película, considerablemente largo para lo que se ofrece, se ve afectado por la falta de sustancia en muchos de sus diálogos. La película sacrifica la profundidad emocional a favor de la mera acción, y a veces, esta decisión se siente frustrante para el espectador.
La actuación de Jake Gyllenhaal como Billy McCormick es, sin duda, el punto fuerte de la película. Gyllenhaal transmite con maestría la frustración, el miedo y, finalmente, la determinación de un niño que ha perdido a su madre y que se siente responsable de traerla a casa. Sin embargo, el resto del reparto no logra alcanzar el mismo nivel. La interpretación de Robert Duvall como el padre de Billy, aunque con su habitual sutil elegancia, se limita a un papel de soporte sin grandes matices. Otros personajes secundarios, vitales para el desarrollo de la trama, se presentan de forma diluida y carentes de profundidad.
La dirección de Wells, aunque competente, no logra infundir suficiente personalidad en la película. Se centra demasiado en la replicación de la técnica de captura de movimientos, sin explorar suficientemente el potencial dramático que ofrece la situación. A pesar de ello, hay momentos de tensión y aventura que logran mantener al espectador enganchado, particularmente durante las escenas en Marte. Sin embargo, la película se pierde en la búsqueda de efectos especiales grandilocuentes, descuidando el desarrollo de personajes y la construcción de un mundo convincente. La atmósfera marciana, si bien visualmente impresionante, se siente vacía de significado y no logra transmitir la sensación de soledad y peligro que la película pretende evocar.
Nota: 5/10