Martes, después de Navidad (2010)

“Martes, después de Navidad” no es una bomba explosiva, ni una propuesta arriesgada que sacuda las convenciones del drama familiar. Es, en cambio, un relato meticulosamente construido, un estudio de personajes que se desarrolla con una lentitud deliberada y que, paradójicamente, logra generar una intensa sensación de incomodidad y desasosiego. La película, dirigida con maestría por Benjamin Depaola, se centra en Paul, un hombre atrapado en una situación emocionalmente compleja, y en el impacto de sus decisiones en su esposa, Adriana, y en su hija, lo que la convierte en una exploración de la infidelidad y sus consecuencias psicológicas.

La dirección de Depaola es notable en su capacidad para establecer un ambiente de opresión silenciosa. La fotografía, fría y naturalista, refleja la rigidez emocional de los personajes. No se recurre a melodramas exagerados; en su lugar, la tensión se construye a través de miradas, gestos, y silencios incómodos. El uso de la música, tenue y melancólica, amplifica la sensación de que algo está podrido en la casa de Paul y Adriana. La película se concentra en los detalles, en la banalidad de las rutinas familiares, en la forma en que las relaciones se deterioran en la rutina. Este enfoque sutil, pero efectivo, logra hacer que el drama sea mucho más impactante.

Las actuaciones son sobresalientes. Diego Luna ofrece una interpretación delicada y realista como Paul, transmitiendo la ambivalencia del personaje, su deseo de complacer a todos, pero también su creciente frustración. Su Paul es un hombre incapaz de tomar decisiones, un hombre que se debate entre el deber familiar y sus propias fantasías. Ana Valeria García, como Adriana, ofrece una actuación igualmente convincente, mostrando la tristeza y la desilusión, pero también una determinación silenciosa de proteger a su hija. La relación entre ambas actrices, aunque no se basa en grandes diálogos explosivos, es palpable y llena de matices. La química entre ellas es fundamental para el éxito de la película.

El guion, adaptado de la novela de Sandro Posca, se distingue por su naturalidad y su honestidad brutal. Se evita la moralización fácil y se adentra en las complejidades de las relaciones humanas. La trama, centrada en el encuentro inesperado en el consultorio dental, funciona como catalizador para revelar las tensiones subyacentes de la familia. No se intenta justificar la infidelidad de Paul, sino que se examina el dolor y la culpa que produce. La película es un retrato psicológico de las consecuencias de las mentiras y las decepciones, y de la dificultad de reconciliar las promesas incumplidas con las responsabilidades familiares.

En definitiva, “Martes, después de Navidad” es una película contemplativa, que exige paciencia al espectador. No ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas incómodas sobre el amor, la traición, y el perdón. Es una obra que permanece en la memoria, generando una sensación de melancolía y reflexión. Una película que, a pesar de no ser espectaculares, es, en su sencillez y realismo, sorprendentemente poderosa.

Nota: 8/10