“Marujas asesinas” es, sin duda, una película que te atrapa desde sus primeros minutos y no te suelta hasta los créditos finales, aunque no de la manera que quizás esperabas. La película de la dirección de Alberto Leyenda se presenta como una comedia negra visceral, una suerte de parodia del thriller de asesinos por cuenta propia, pero que, en el fondo, se convierte en una reflexión inquietante sobre la locura, la dependencia y la búsqueda de una identidad desestructurada. Leyenda no se conforma con un simple relato de asesinatos; explora las motivaciones retorcidas de sus personajes, sus debilidades y sus delirios, creando una atmósfera de tensión constante y de humor negro que a veces es incluso desconcertante.
El guion, a cargo de Leyenda y Daniel Ulloa, es el corazón de la película y, en mi opinión, su mayor logro. La premisa, sobre una maruja (en el sentido más amplio de la palabra) que decide escalar la escalada criminal, es lo suficientemente original y la evolución de Azucena (interpretada con una intensidad sorprendente por parte de María José Pascual) es lo más atractivo. La película se vale de situaciones absurdas y diálogos afilados que, en ocasiones, rozan lo grotesco. Sin embargo, estas situaciones se integran con elegancia en la historia, dotándola de un carácter particular e inolvidable. La construcción de la trama es inteligente, con múltiples giros inesperados que mantienen al espectador en vilo. Aunque la película ocasionalmente cae en un cierto exceso de metraje y en algunas situaciones forzadas, la maestría del guion suprime con éxito estas fallas.
Las actuaciones son sobresalientes. María José Pascual, como Azucena, está magistral. Su interpretación es brillante, transmitiendo con precisión la fragilidad, la paranoia y la creciente locura de su personaje. El resto del reparto, compuesto por actores menos conocidos pero igualmente talentosos, cumple con creces. Se destaca la interpretación de Pablo Pascual como Isabel, su hermana, una mujer con un pasado oscuro y una dependencia que la hace vulnerable y, a su vez, peligrosa. La química entre los actores es palpable y contribuye significativamente a la credibilidad de la historia. Incluso las actuaciones de personajes menores, como el carnicero Quique (interpretado por el siempre efectivo Eduardo de Sancho), añaden profundidad y complejidad a la narrativa.
Visualmente, “Marujas asesinas” es una película interesante, aunque no particularmente innovadora. La fotografía, cuidada, se concentra en la creación de una atmósfera opresiva y sombría, enfatizando la decadencia y la miseria de los personajes. Los colores son apagados, la iluminación es predominantemente artificial y la dirección artística es efectiva para transmitir la sensación de un mundo podrido y corrompido. La banda sonora, aunque discreta, complementa a la perfección la atmósfera general de la película. Sin embargo, en comparación con el guion y las actuaciones, la parte visual es menos destacada, pero cumple su función.
Nota: 8/10