Más allá de la realidad (1986)

“Más allá de la realidad” no es una película que te impacta por su grandilocuencia, sino que logra generar una atmósfera melancólica y conmovedora a través de la sutileza. La película, dirigida con maestría por Sarah Huffman, logra, sin caer en clichés, explorar temas universales como el duelo, la soledad y la búsqueda de conexión, pero lo hace a través de la lente de una amistad poco convencional y un interés particular: la fascinación por el vuelo. La película se centra en Milly, interpretada con una notable fragilidad por Saoirse Ronan, una joven que lucha por encontrar su lugar en el mundo tras la muerte de su padre. Su nueva vida en un nuevo vecindario, junto a su madre, Charlene (Charlize Theron, que ofrece una actuación discreta pero efectiva), se ve afectada por la incomodidad y la pérdida.

La introducción de Eric, interpretado por Jacob Tremblay, es el núcleo emocional de la película. La representación de Eric, como un chico autista que percibe el mundo de una forma radicalmente diferente, no es gratuita ni explotadora. Huffman evitan la caridad patética, mostrándolo simplemente como un niño con una pasión intensa y una lógica interna que a menudo está fuera del alcance de los demás. Su fascinación por los aviones y el vuelo se convierte en una metáfora poderosa de la búsqueda de libertad y de la trascendencia, y de cómo la percepción individual puede dar forma a la realidad. La película no explica su autismo; se limita a mostrarlo, permitiendo que el espectador forme su propia comprensión y empatía.

La dirección de Huffman es notable por su capacidad para crear un ambiente visualmente rico y opresivo. Los colores apagados y los espacios interiores amplios reflejan el estado emocional de los personajes, y el uso de la cámara se centra en los detalles: un juguete abandonado, una mirada perdida, un gesto de rechazo. El guion, adaptado de una novela de la misma autora, es ingenioso y construye sus momentos de tensión de manera orgánica, evitando los giros argumentales baratos. Sin embargo, es la ausencia de una narrativa sobre-explicativa lo que marca la fuerza de la película. Se permite que las emociones emerjan de manera natural a través de las interacciones entre los personajes. El ritmo es deliberadamente pausado, lo que refuerza la sensación de introspección y la complejidad de las relaciones.

Las actuaciones son sólidas en general, pero Ronan sobresale como Milly. Su interpretación es sutil y matizada, transmitiendo la tristeza y el anhelo con una dignidad conmovedora. La dinámica entre Milly y Eric es el corazón de la película y se beneficia de la química natural entre ambas jóvenes interpretaciones. La película, en última instancia, no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre la identidad, la pérdida y la importancia de conectar con los demás, incluso si esos demás no son como nosotros.

Nota: 7/10