Más allá de las colinas (2012)

“Más allá de las colinas” (Beyond the Hills) es una película que se instala en la memoria con una quietud inquietante y una belleza melancólica que, lejos de ser una experiencia ligera, exige una atención sostenida del espectador. Dirigida por Cristian Mungiu, el director rumano nos presenta un drama psicológico claustrofóbico que se centra en la amistad entre dos mujeres, Alina y Ana, y en la difícil decisión que se plantea para reconfigurar sus vidas. Mungiu, conocido por su estilo realista y su compromiso con la documentación social, consigue, aquí, crear una atmósfera densa y opresiva, que refleja la lucha interna de las protagonistas.

El guion, en gran medida, se basa en diálogos mínimos pero profundamente significativos. La película no se preocupa por dar explicaciones o justificaciones, sino que confía en la sutileza de las miradas, las pausas incómodas y las conversaciones fragmentadas para transmitir la complejidad de la relación entre Alina y Ana. La escritura es magistral en su ambigüedad, presentando las motivaciones de las personajes sin recurrir a clichés ni sentimentalismos baratos. Se permite que el espectador interprete, que sienta la tensión y la incertidumbre que rodean cada decisión. La historia se desarrolla en un pequeño convento ortodoxo, un lugar aislado y poco iluminado que, por sí mismo, se convierte en un personaje más de la narrativa.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Paula Parvu, en el papel de Alina, ofrece una interpretación excepcionalmente sutil. Su rostro, sus gestos, su mirada transmiten una mezcla de desesperación, anhelo y resignación. Pero es Maria Constantin, como Ana, quien realmente roba la scena. Su actuación es visceral, evocando una profunda tristeza y un anhelo que se siente real y palpable. La dinámica entre ambas actrices es la columna vertebral de la película; su interacción, a menudo silenciosa, es una prueba de fuego de la complejidad emocional que se plantea. Mungiu maneja las escenas de contacto físico con gran cuidado, evitando la explícita sexualización y centrándose en la vulnerabilidad y la incomodidad que se sienten.

El director utiliza una paleta de colores apagados y un encuadre que prioriza los planos largos y las tomas en primer plano, reforzando la sensación de encierro y aislamiento. La música, presente de forma discreta, complementa la atmósfera lúgubre y melancólica, sin interrumpir el flujo de la historia. La película no ofrece respuestas fáciles ni un final convencional. Más bien, se deja al espectador con preguntas sobre la fe, la amistad, la libertad y la búsqueda de la identidad. “Más allá de las colinas” es, en definitiva, una película que incomoda, que provoca reflexión y que perdura en la memoria.

Nota: 8/10