Mastaneh (2015)

“Mastaneh”, la reciente película de Baran Boyacioglu, no es un melodrama convencional, sino un examen delicado y a veces doloroso de las cicatrices emocionales y la búsqueda de uno mismo. La película, a pesar de su aparente sencillez en la trama, se eleva gracias a la dirección precisa de Boyacioglu, quien logra tejer una narrativa íntima y absorbente que permanece con el espectador mucho después de los créditos finales. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices prefabricados; en cambio, se atreve a mostrar las complejidades de la vida, la pérdida y la difícil tarea de reconciliar el pasado con el presente.

Sahara Dolatshahi ofrece una actuación monumental como Mastaneh. Su interpretación es sutilmente poderosa, transmitiendo una profunda vulnerabilidad y una creciente fuerza interior. No es simplemente una actriz interpretando un papel, sino que realmente *es* Mastaneh: una joven que ha sido moldeada por circunstancias fuera de su control, pero que, en el fondo, anhela la autonomía y la posibilidad de construir su propia identidad. Su transformación, aunque gradual, es creíble y profundamente conmovedora. La química entre Dolatshahi y Atila Pesyani, quien interpreta al misterioso y carismático Baran, es palpable, creando una tensión magnética que impulsa la narrativa. Pesyani aporta un aire de enigma a su personaje, pero también cierta ternura, y su interacción con Mastaneh permite explorar temas de deseo, libertad y la búsqueda de una conexión genuina.

Sin embargo, la película no se queda en el simple romance. La inclusión de Farhad Aslani, un personaje que inicialmente ofrece un contrapunto cómico, resulta ser crucial para la construcción del realismo de la película. Su presencia no es solo una distracción, sino que sirve para resaltar los aspectos más serios de la historia y para subrayar la lucha de Mastaneh por encontrar su lugar en un mundo que parece haberla descartado. Es un personaje que, paradójicamente, aporta una voz de sentido común y una visión más práctica a las reflexiones existenciales de la protagonista. La dirección también destaca por su atención al detalle, especialmente en la ambientación, que refleja el estado emocional de Mastaneh y del mundo que la rodea. Los planos, la iluminación y la música se combinan para crear una atmósfera de melancolía y esperanza al mismo tiempo.

En definitiva, “Mastaneh” es una película que requiere paciencia y atención del espectador, pero que recompensa esa inversión con una experiencia cinematográfica rica y significativa. No es un festival de emociones explosivas, sino una meditación sobre la identidad, el destino y el coraje de enfrentarse a uno mismo. La película no ofrece respuestas, pero sí abre interrogantes importantes y nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas y nuestras propias búsquedas. Es una película que merece ser vista y discutida, una película que dejará una huella en el espectador.

Nota: 8/10