“Maurice”, la película de Oliver Parker estrenada en 1987, es una ópera romántica tímida, reflexiva y sorprendentemente conmovedora, que a menudo se pasa por alto en la conversación sobre el cine británico de los 80. La película, basada en la novela homónima de E.M. Forster, no ofrece grandilocuencias ni efectos especiales, sino que se aferra a una historia de amor prohibido y a la delicada exploración de la identidad homosexual en una sociedad victoriana y eduardiana que lo castigaba. Parker logra un equilibrio perfecto entre la belleza visual y la sutileza emocional, creando una atmósfera de elegancia melancólica.
James Willby interpreta a Maurice Hall, un joven reservado y profundamente sensible. Su actuación es sutil y matizada; su expresión, en muchas ocasiones, dice más que las palabras. No es un héroe tradicional, sino un hombre atormentado por su propia interioridad y por la presión de encajar en las expectativas sociales. Hugh Grant, en un papel que no es precisamente su más icónico, ofrece una interpretación de Clive, un hombre gentil y apegado a las convenciones, que se encuentra dividido entre su amor por Maurice y el deseo de una vida “normal”. La química entre ambos actores es palpable, no en términos de pasión desenfrenada, sino en una comprensión silenciosa y un afecto profundo, incluso si ese afecto permanece siempre en la clandestinidad.
La dirección de Parker es precisa y elegante. Utiliza la luz y la sombra con maestría para reflejar el estado emocional de los personajes. La fotografía de Barry Brown, con su paleta de colores apagados y sus ricos contrastes, contribuye a crear un ambiente opresivo y melancólico, pero también revela la belleza inherente a los detalles, como la arquitectura gótica de la universidad o los jardines ingleses. La banda sonora, compuesta por Harold Gold, es discreta pero evocadora, acompañando a la perfección las emociones de la historia. Sin embargo, la película no se apega al melodrama barato que a veces se asocia con este género. Se centra en la experiencia interna de los personajes, en sus dudas, miedos y anhelos. La película, por lo tanto, invita a la reflexión sobre la homofobia, el conformismo social y la búsqueda de la autenticidad.
El guion, adaptado de la novela de Forster, es inteligente y matizado. Parker evita simplismos y ofrece una visión compleja de los personajes y sus motivaciones. La historia, aunque centrada en el amor, explora temas más amplios, como la libertad personal, la identidad de género y la búsqueda de la felicidad. La novela de Forster ya era rica en detalles sociales y psicológicos, pero la película amplía y profundiza en muchos aspectos de la trama. En general, “Maurice” es una película que requiere paciencia y atención, pero que recompensa al espectador con una experiencia cinematográfica verdaderamente enriquecedora. No es un espectáculo grandioso, pero sí una reflexión honesta y conmovedora sobre la condición humana.
Nota: 7.5/10