“Max” es un relato conmovedor, aunque predecible en algunos de sus momentos, sobre la conexión incondicional entre un hombre y su perro, y sobre las cicatrices emocionales que la guerra puede dejar. La película, dirigida por Michael Green, se adentra en la historia de Jake (Kyle Chandler), un exsoldado que regresa a Estados Unidos tras un período de servicio en Afganistán. La película no se centra tanto en la acción bélica, sino en el lento y doloroso proceso de curación que experimenta Jake, y en la forma en que la llegada de Max, un perro rescatado de Afganistán, se convierte en una herramienta, y un espejo, de esa recuperación.
La película, a pesar de su temática, logra crear un ambiente relativamente ligero en sus primeros actos. La dinámica familiar de Jake con su esposa, Katie (Kelli Garner), y sus hijos, Ben y Sammy, es creíble y bien desarrollada. Sin embargo, la trama se vuelve más densa a medida que se revela el pasado traumático de Jake, fruto de una misión en la que tomó una decisión fatal. Green evita caer en clichés bélicos, privilegiando la introspección del protagonista y la forma en que sus acciones afectan a las relaciones personales. La película, en este sentido, se distingue de otras películas que han tratado el tema de los veteranos, centrando su atención en el impacto psicológico de la guerra más que en la descripción de la violencia.
La actuación de Kyle Chandler es, sin duda, el corazón de la película. Chandler ofrece una interpretación matizada y llena de matices, transmitiendo con convicción el peso del dolor y la culpa que lleva Jake. Su evolución a lo largo de la trama es palpable, y logra que el espectador se conecte profundamente con su personaje. Kelli Garner también se destaca, aportando una presencia constante y un buen equilibrio emocional. Los niños, Ben y Sammy, cumplen su cometido, representando la inocencia y el deseo de una vida mejor, elementos que contrasta con el pasado atormentado de Jake.
A pesar de su noble intención, el guion presenta algunas debilidades. Si bien la historia es sencilla y emotiva, carece de originalidad y la resolución, aunque satisfactoria, resulta algo convencional. Los momentos de tensión se mantienen a un nivel moderado y la película evita tomar riesgos narrativos. Sin embargo, la fotografía es cuidada y utiliza la luz y la sombra para reflejar el estado emocional de los personajes, creando un ambiente visualmente agradable. El uso del sonido también es efectivo, especialmente en las escenas que involucran a Max, resaltando su importancia en la vida de Jake. La película funciona mejor cuando se centra en la conexión entre el hombre y el perro, y en las pequeñas, pero significativas, victorias que Jake experimenta a lo largo del proceso de sanación.
Nota: 7/10
