Mayor Payne (1995)

“Mayor Payne” no es una película que te deje con una sonrisa fácil, ni siquiera con una reflexión profunda y edificante. Es, en su lugar, una inmersión profunda y perturbadora en la psique fragmentada de un hombre que ha aprendido a combatir no solo al enemigo externo, sino también a sus propios demonios internos. El director Steven Soderbergh, conocido por su versatilidad, demuestra aquí una maestría particular en el uso del formato found footage, un recurso que, lejos de ser una simple artificio narrativo, se convierte en un componente crucial de la experiencia cinematográfica.

La película, narrada a través de las grabaciones de cámara de un estudiante en una academia militar privada, sigue al recluta Joe Puliafico (Ari Atz a la vez que el director) mientras se adapta a una rutina de entrenamiento brutal y, gradualmente, a la omnipresente presencia de “El Mayor Payne” (Kyle MacLachlan en una actuación magistral y, a mi juicio, la mejor de su carrera). La elección de MacLachlan es perfecta: su rostro, tan amable como inquietante, transmite la ambivalencia y la fragilidad de un hombre consumido por la violencia, un hombre que ha perdido todo sentido de la moral y que ahora se alimenta de la crueldad como mecanismo de supervivencia.

Lo que Soderbergh logra con “Mayor Payne” es crear una atmósfera de constante tensión, un suspense psicológico que se acumula lentamente. No hay persecuciones espectaculares ni explosiones hollywoodienses. La película se basa en la sugestión, en la ambigüedad moral, en la repetición de pequeños detalles perturbadores que, en conjunto, generan una sensación de incomodidad y desasosiego. La dirección de fotografía, deliberadamente apagada y naturalista, refuerza esta sensación, como si estuviéramos presenciando la realidad sin filtros, a pesar de que sea una realidad fabricada. La banda sonora, minimalista y efectiva, contribuye significativamente a la creación de esta atmósfera opresiva.

El guion, a pesar de su formato inusual, es sólido y bien construido. Se centra en la relación entre el recluta y el Mayor Payne, explorando temas como la pérdida, la culpa, la identidad y la naturaleza destructiva de la violencia. El guion no ofrece respuestas fáciles; simplemente plantea preguntas incómodas sobre la ética del entrenamiento militar y los efectos de la guerra en el individuo. La película, en su esencia, examina cómo las experiencias traumáticas pueden moldear el carácter de una persona hasta el punto de deshumanizarla. Es un retrato oscuro y realista de la mente de un hombre en crisis, un hombre al borde del abismo. No es una película para todo el mundo, pero para aquellos que aprecien el cine que desafía las convenciones y que se atreve a explorar los rincones más sombríos de la condición humana, “Mayor Payne” es una experiencia cinematográfica inolvidable.

Nota: 8/10