“Me and Orson Welles” es una película que, paradójicamente, no se centra tanto en el genio de Welles, sino en la anhelo desesperado de un joven y ambicioso escritor por ser reconocido. Zac Efron ofrece una actuación sorprendentemente sutil y medidamente como Richard Samuels, un escritor novato plagado de inseguridades y sueños desmesurados. La película, dirigida por Carey Grant, no intenta glorificar a Welles; en cambio, lo presenta como un artista complejo, a veces distante y exigente, cuya presencia genera una atmósfera de tensión y frustración en el backstage del teatro. Grant logra plasmar la dinámica entre Richard y Welles, transmitiendo la fascinación y el temor que este último genera en aquellos que aspiran a su aprobación.
La película se construye lentamente, como un proceso creativo en sí mismo. No hay grandes explosiones dramáticas ni giros argumentales espectaculares. En su lugar, se centra en los pequeños detalles, en las miradas furtivas, en los diálogos tensos y en la observación meticulosa del entorno teatral. Este enfoque deliberado, si bien puede resultar lento para algunos espectadores acostumbrados a narrativas más aceleradas, permite profundizar en la psicología de los personajes y en la atmósfera opresiva del teatro. La dirección de Grant es inteligente y precisa, evitando caer en clichés y manteniendo un tono realista, incluso en los momentos más intensos. La fotografía, con tonos apagados y una paleta cromática que evoca la época, contribuye a esta sensación de autenticidad.
El guion, adaptado de la novela de Robert Kaplow, es, sin duda, el punto fuerte de la película. Evita idealizar a Welles, mostrando sus defectos: su perfeccionismo, su falta de paciencia, su tendencia a manipular a sus colaboradores. La novela, y por extensión la película, exploran la relación entre un artista y su aprendiz, un juego de poder en el que la admiración y el miedo se entrelazan. El guion no busca una respuesta definitiva sobre quién es el más importante, sino que plantea preguntas sobre la creatividad, la ambición y el precio del éxito. Se explora la idea del "maestro" que exige a cambio de su conocimiento, un sacrificio personal que a veces se nos pide sin explicarlo. Se sugiere que la creación artística puede requerir un coste emocional considerable.
Si bien la película no es un hito cinematográfico, sí que logra ser una observación perspicaz y, en última instancia, conmovedora sobre la naturaleza de la aspiración artística y la búsqueda de la identidad. La actuación de Efron es particularmente destacable, logrando transmitir la vulnerabilidad y la determinación de Richard con una dignidad silenciosa. El resto del reparto es competente, pero la película se centra en la compleja interacción entre los dos protagonistas. Es una película que invita a la reflexión sobre el precio de la ambición y la importancia de la perseverancia, aunque no siempre ofrezca respuestas fáciles.
Nota: 7/10