Me gustan los líos (1994)

“Me gustan los líos” es una de esas películas que te atrapa desde el primer momento, no por su espectacularidad visual, sino por la palpable tensión que genera una dinámica de personajes excepcionalmente interesante. Peter Brackett, interpretado con una maestría casi letal por Nick Nolte, no es el héroe tradicional. Es un reportero curtido en mil batallas, consumido por el cinismo y la amargura tras años de noticias sin sentido. Nolte consigue transmitir esa desilusión de una manera tan convincente que te da pena por él, aunque al mismo tiempo te alegras de que no se deje vencer por la oscuridad que lo rodea. Su actuación es un ejemplo de la elegancia sutil que a veces se logra en el cine, una fuerza contenida que se desata en momentos clave.

A su lado, Julia Roberts ofrece una interpretación sorprendente, dejando atrás sus papeles más comerciales para asumir el papel de Sabrina Peterson, una periodista ambiciosa y, quizás, un poco imprudente. La química entre Nolte y Roberts es notable, alimentada por una rivalidad intensa pero también por un respeto mutuo que se va desarrollando a medida que descubren la verdad detrás del accidente de tren. El guion de Brackett y Roberts (sí, ambos son guionistas) se centra en la tensión narrativa, evitando concesiones a la espectacularidad y apostando por un ritmo pausado pero efectivo. Las conversaciones entre los personajes son inteligentes y cargadas de matices, revelando no solo sus personalidades sino también sus miedos y sus motivaciones.

Lo más destacable de la película reside en la manera en que construye la trama. El accidente de tren no es el mero detonante de la historia, sino un telón de fondo que sirve para explorar temas como la corrupción, la manipulación mediática y la pérdida de la inocencia. La película no ofrece respuestas fáciles; en cambio, plantea interrogantes inquietantes y deja al espectador reflexionando sobre la naturaleza de la verdad y las consecuencias de su búsqueda. La dirección de Brackett es precisa y sabe crear un ambiente opresivo, aprovechando la atmósfera sombría de Chicago y la claustrofobia de la investigación. El uso de la música es discreto pero muy efectivo, contribuyendo a crear la atmósfera de suspense.

Aunque el ritmo pausado pueda ser un factor limitante para algunos espectadores, “Me gustan los líos” es una película inteligente y absorbente que recompensa la paciencia del público. No es una película para gritar o para emocionarse, sino para pensar y para sentir la inquietud de una investigación que se adentra en lugares oscuros. Es una película que, a pesar de no ofrecer soluciones, te obliga a confrontar la complejidad del mundo en el que vivimos. La actuación de ambos protagonistas, sumada a un guion bien construido, la convierten en una experiencia cinematográfica memorable.

Nota: 8/10