Megalopolis (2024)

‘Megalopolis’ es una ambición visual desmesurada que, en última instancia, se siente más como un ejercicio de concepto que como una película verdaderamente satisfactoria. Alex Proyas, director conocido por sus atmósferas contemplativas como ‘El Legado’ y ‘Dark City’, despliega un universo urbano colosal, Nueva Roma, una metrópolis futurista que respira con una elegancia casi hipnótica. La dirección es, sin duda, la fortaleza principal de la cinta; Proyas consigue crear un ambiente opulento, saturado de detalles que sugieren una sociedad avanzada, a la vez que transmite una sensación subyacente de decadencia y paranoia. Las secuencias de movimiento lento, las panorámicas aéreas y el uso de la luz y la sombra son magistrales, generando imágenes que se quedan grabadas en la memoria, incluso si la historia que las sustenta no está tan bien pulida.

Sin embargo, la ambición visual se ve, en ocasiones, obstaculizada por un guion que, a pesar de sus ideas interesantes sobre el poder, la corrupción y el futuro de la humanidad, se siente torpe y fragmentado. El conflicto entre César Catilina (Javier Bardem) y el alcalde Franklyn Cicero (Russell Crowe) es fascinante en teoría, pero la ejecución carece de profundidad y las motivaciones de los personajes no siempre son claras. La película se pierde en debates filosóficos que, aunque pertinentes, no se integran de forma orgánica en la trama. La relación entre Julia (Sigourney Weaver) y los dos hombres principales es particularmente ambigua, lo que termina siendo más confuso que conmovedor. Se busca una crítica a la política, a la desigualdad y a la pérdida de valores, pero el mensaje se diluye en un ritmo deliberadamente lento y en una dependencia excesiva del simbolismo.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Javier Bardem ofrece una interpretación carismática y enigmática de Catilina, transmitiendo tanto su genialidad artística como su locura. Russell Crowe, como siempre, aporta una presencia imponente, aunque su interpretación de Cicero, aunque compleja, a veces se siente un tanto caricaturesca. Sigourney Weaver se desvive en el papel de Julia, intentando transmitir la indecisión y el conflicto interno de su personaje. No obstante, el guion no le brinda el espacio necesario para explorar las profundidades de su personaje.

En resumen, ‘Megalopolis’ es una película de alto concepto con una dirección deslumbrante, pero que no logra alcanzar su potencial narrativo. Es una obra visualmente impresionante, pero carente de cohesión y de una fuerza emocional sostenida. A pesar de sus aspiraciones, se siente como un experimento cinematográfico interesante, pero lejos de ser un clásico.

Nota: 6/10