‘Memorias de Queens’ no es una película que te enamora a primera vista; se te instala lentamente, como el humo persistente de las calles de Astoria en los años ochenta. Es una obra de cine visceral, cruda y profundamente honesta que retrata la dura realidad de la adolescencia en un barrio fronterizo de Nueva York, un microcosmos de tensiones culturales, sueños rotos y la eterna lucha por la supervivencia. David Montenegro, el director, quien creció en ese mismo Queens, no rehúye la violencia, la pobreza y la desesperación, pero tampoco glorifica el crimen o el heroísmo juvenil. Se limita a mostrarlo, con una precisión documental que, a veces, puede resultar incómoda.
La película se centra en las vidas entrelazadas de varios jóvenes que intentan encontrar su lugar en un entorno hostil. La historia principal gira en torno a Tony, interpretado de manera magistral por Anthony Gonzalez. Su retrato es complejo, sin idealizaciones; un chico inteligente, sensible y con un profundo anhelo de salir de ese ciclo. Gonzalez no busca convertirlo en un héroe, sino en un ser humano vulnerable y con errores. La película no se centra únicamente en Tony; nos presenta personajes secundarios tan interesantes como Miguel (Diego Calva), un joven puertorriqueño con una ambición artística que se ve obstaculizada por las circunstancias, o Benny (John Magaro), un chico italiano atrapado entre las expectativas familiares y sus propias aspiraciones. Cada uno de ellos porta el peso de sus heridas y anhelos, y Montenegro los dibuja con una sensibilidad sorprendente.
La dirección de Montenegro es impecable. Utiliza una paleta de colores apagados, casi monocromática, que evoca la atmósfera opresiva de Astoria. Las escenas son filmadas de manera naturalista, con tomas a la cámara a la medida, que transmiten la intensidad de los momentos. La música, compuesta por la banda sonora de Fito Vallejo, es fundamental para la atmósfera de la película, combinando elementos de hip-hop, rock y música latina, creando una banda sonora que refleja la diversidad cultural del barrio.
Sin embargo, el guion, aunque potente, tiene algunos momentos de ritmo irregular. Algunas subtramas se sienten un tanto diluidas, y la resolución final, aunque satisfactoria, podría haber sido más elaborada. A pesar de ello, la película logra mantener el interés del espectador hasta el final, gracias a la honestidad con la que aborda temas como la familia, la amistad, la identidad y el peso del pasado. Es una película que nos recuerda que, a veces, los verdaderos héroes son aquellos que simplemente sobreviven.
Nota: 8/10