Memorias de un hombre invisible (1992)

“Memorias de un hombre invisible” (1992) es, sin duda, una película que merece ser recordada, y no solo por su curiosidad inicial en torno a la invisibilidad. Más allá del concepto, que con el paso del tiempo se siente un poco kitsch, la película logra entretejer una comedia de acción con un toque de thriller, aunque el resultado final se sienta un tanto desequilibrado y predecible. La dirección de Robert Greenberger es competente, manteniendo un ritmo rápido y visualmente interesante, especialmente en las secuencias de acción. Sin embargo, la película carece de la profundidad que podría haberle otorgado un tratamiento más audaz de sus premisas. Se siente como una mezcla de ideas, algunas brillantes, otras más convencionales, que no logran cohesionarse plenamente.

Chevy Chase ofrece una actuación que, aunque pueda parecer algo caricaturesca para algunos, es en realidad sorprendentemente agradable. Su personaje, Nick Halloway, es un tipo despreocupado, un hedonista que solo se preocupa por divertirse. Chase logra imprimirle al personaje una vulnerabilidad y un humor contagioso que lo hacen simpático, incluso cuando sus decisiones son absurdas. Daryl Hannah, como Alice Monroe, complementa a Chase con una presencia magnética y una elegancia natural, aunque su personaje queda, en gran medida, relegado a ser la interés romántica y la brújula moral del protagonista.

La trama, si bien original en su concepción, se ve afectada por un guion que, en ocasiones, se inclina hacia la simplificación excesiva. Las situaciones se desarrollan a veces de forma forzada y los diálogos, aunque divertidos, no aportan mayor profundidad a la narrativa. La incorporación del agente del gobierno, David Jenkins, interpretado con precisión por Sam Neill, añade una capa de tensión a la historia, pero su motivación y su plan de infiltración se presentan de manera algo superficial. El desarrollo del personaje de Jenkins, que podría haber sido un antagonista más complejo, se limita a ser un mero ejecutor de la CIA.

A pesar de sus fallos, “Memorias de un hombre invisible” tiene algunos momentos memorables. La idea de la invisibilidad aplicada a situaciones cotidianas es cuanto menos intrigante, y se encuentran escenas de acción bien coreografiadas y visualmente estimulantes. La película juega con la percepción del espectador, haciéndole cuestionar la realidad y la veracidad de lo que ve. El uso del color, en particular el contraste entre los tonos vibrantes de la vida de Nick antes y después de la invisibilidad, es efectivo para comunicar el cambio fundamental que sufre el protagonista. No obstante, el exceso de acción y la falta de una exploración más profunda de las implicaciones psicológicas de la invisibilidad terminan siendo sus mayores debilidades.

Nota: 6/10