“Mending the Line” no es un drama bélico explosivo ni una epopeya heroica. Es, en su lugar, una pequeña joya cinematográfica que se construye lentamente, con una paciencia meticulosa, sobre la base de una conexión inesperada. La película de Robert Kenner se centra en la silenciosa recuperación de un joven marino, Daniel, tras una grave herida en el corazón de Afganistán, y en su encuentro con Silas, un veterano de Vietnam que, con una serenidad sorprendente, le enseña la pesca con mosca como una forma de encarar el peso de sus propios demonios. Desde el principio, la película establece un tono sombrío y realista; las imágenes de Montana, con sus vastos paisajes y la quietud de la noche, contrastan fuertemente con los recuerdos tortuosos que atormentan a Daniel.
La dirección de Kenner es sutil, pero efectiva. Evita el melodrama fácil, permitiendo que la historia fluya orgánicamente. El uso de la naturaleza como catalizador es particularmente bello. La pesca con mosca, al principio un simple ejercicio, se transforma en una metáfora de la perseverancia y la paciencia necesarias para superar el trauma. La película no rehuye de mostrar la dificultad del proceso; la frustración, el error, la lenta pero constante progresión. Hay un enfoque especial en la belleza del arte de la pesca, pero no se convierte en un espectáculo; el objetivo es mostrar cómo este ritual ritualístico, con sus momentos de precisión y calma, puede ser un camino hacia la curación. Kenner capta con maestría la atmósfera introspectiva, dejando al espectador absorber lentamente los pensamientos y emociones de los personajes.
Las actuaciones son sobresalientes. Ben Foster, como Daniel, ofrece una interpretación visceral y profundamente conmovedora. Foster transmite la angustia y el dolor del joven marino con una autenticidad que es casi palpable. Su mirada, llena de dolor y confusión, dice más que muchas palabras. Pero la verdadera estrella de la película es Ray Smith, quien interpreta a Silas. Smith, un veterano de Vietnam que también ha sufrido sus propias heridas, aporta una presencia magnética al personaje. Su experiencia, su sabiduría, su paciencia y su inquebrantable calma son contagiosas. La química entre Foster y Smith es el corazón de la película, una conexión basada en el respeto mutuo y la comprensión. No se trata de héroes o villanos; son dos hombres que se encuentran en un punto vulnerable de sus vidas y que encuentran consuelo en el silencio y la compañía.
El guion, aunque sencillo en su premisa, está bien construido. Evita los clichés del género bélico y se centra en la experiencia individual de los veteranos. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones definitivas. Simplemente sugiere que la curación es un proceso largo y arduo, que a menudo se encuentra en los lugares más inesperados. La película es una reflexión sobre el costo de la guerra, no solo para los soldados que luchan en el campo de batalla, sino también para aquellos que regresan a casa. Es un llamado a la empatía y la comprensión hacia los veteranos que a menudo son marginados y olvidados. “Mending the Line” no es un festín visual, sino una experiencia emocionalmente resonante que te dejará pensando en las cicatrices invisibles que todos llevamos y en la importancia de la conexión humana.
Nota: 8/10