Mesrine Parte 1. Instinto de muerte (2008)

“Mesrine Parte 1. Instinto de muerte” no es solo un retrato criminal, es una experiencia visceral. Dirigida con maestría por Éric Elstroom y con un Albert Dupont II en el papel principal que redefine la interpretación de un antihéroe, la película nos sumerge en la turbia vida de Jacques Mesrine, un hombre cuya faceta de “hombre de las mil caras” se revela a través de una serie de encuentros y actividades que distorsionan la moral y lo llevan a un submundo de violencia y ambigüedad. La película, lejos de glorificar el crimen, lo presenta como un producto de las circunstancias, de un trauma interno y de la constante búsqueda de una identidad que nunca consigue encontrar.

Dupont II, un actor con una trayectoria impresionante, ofrece una actuación absolutamente impecable. No se limita a interpretar a un criminal; construye a Mesrine con una sutilidad que es, paradójicamente, aterradora. Su Mesrine es un hombre roto, un alma en conflicto, incapaz de establecer vínculos estables y condenado a una perpetua lucha contra su propia sombra. La cámara se sumerge en sus ojos, registrando la incertidumbre, el miedo y, en ocasiones, la desesperación. Se ve un estado de ánimo en constante movimiento, reflejando la dificultad de un hombre que ha experimentado la guerra y que intenta asimilar la banalidad del día a día. La expresión facial y el lenguaje corporal son herramientas fundamentales para transmitir esta complejidad, y Dupont las emplea con una maestría que eleva la película por encima de lo que podría ser simplemente una película de acción.

El guion, adaptado de la autobiografía de Mesrine, es deliberadamente fragmentado y no lineal. No se presenta una cronología perfecta, sino una serie de momentos que se ensamblan para dar una visión más completa de la vida del personaje. Esta estructura, que podría parecer confusa, funciona a favor de la película. Nos obliga a reconstruir la historia junto con Mesrine, a compartir su incertidumbre y a cuestionar sus decisiones. La película no ofrece respuestas fáciles; simplemente nos presenta la realidad cruda y despiadada de un hombre que vive al límite, donde la línea entre la justicia y la venganza se desdibuja por completo. La atmósfera es densa, oscura y cargada de tensión. Las secuencias de violencia, aunque presentes, no son gratuitas; se utilizan para subrayar la brutalidad del mundo en el que Mesrine se mueve y para intensificar el impacto emocional de la historia. La banda sonora, minimalista pero efectiva, contribuye a crear una atmósfera opresiva que acompaña al espectador a lo largo de toda la película.

En definitiva, "Mesrine Parte 1. Instinto de muerte" es un logro cinematográfico que se aleja de los clichés del género criminal. Es un retrato honesto, oscuro y perturbador de un hombre que se pierde en el laberinto de su propia ambigüedad moral. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos que aprecien el cine que desafía las convenciones y que ofrece una visión profunda y compleja de la condición humana, es una experiencia inolvidable.

Nota: 8/10