Mexican Bloodbath (2010)

“Mexican Bloodbath” no es una película para tomarse a la ligera, ni mucho menos para un entretenimiento pasajero. Se trata de una incursión visceral y perturbadora en la violencia endémica de ciertas zonas fronterizas de México, y una reflexión, aunque ambigua, sobre la autodestrucción y la búsqueda de justicia personal. La dirección de la película, a cargo de Alejandro Cornejo, se distingue por un uso magistral de la luz y la sombra, creando una atmósfera opresiva y claustrofóbica que atrapa al espectador desde el principio. Cornejo sabe jugar con el territorio, utilizando la fotografía para subrayar el desierto implacable que se convierte en un reflejo del alma atormentada de los personajes.

La película se centra en Bishop, un personaje interpretado con una intensidad palpable por Gerardo Albarrán. Albarrán no se limita a la representación de un hombre consumido por la venganza; captura la desesperación, el dolor y la fragilidad del personaje con una actuación sutil pero poderosa. La tensión emocional es constante, impulsada en gran medida por la mirada y los gestos de Albarrán. Su interpretación no es grandilocuente, sino más bien creíble y humana, lo cual le da profundidad a un personaje que podría fácilmente haber resultado caricaturesco. El resto del elenco, aunque no siempre destaca, cumple su cometido con eficiencia, contribuyendo a la sensación de realismo que la película busca crear. Destaca especialmente la actuación de la protagonista femenina, que transmite un sentimiento de vulnerabilidad y miedo que contrasta fuertemente con la brutalidad que la rodea.

El guion, aunque presenta ciertos elementos narrativos predecibles, logra generar un impacto visual y emocional considerable. La película no se detiene en explicaciones complejas; se centra en los hechos y las consecuencias, dejando que la violencia hable por sí misma. La trama se desarrolla a un ritmo pausado, permitiendo que el espectador se sumerja en la atmósfera de tensión y que comprenda la complejidad moral de la situación. La película aborda la corrupción con un enfoque realista, mostrando cómo el poder y la avaricia pueden destruir vidas y familias. Sin embargo, la falta de profundización en el trasfondo de la organización criminal, y de los motivos que impulsan a “El Chilango”, resulta ligeramente decepcionante, perdiendo un posible nivel de complejidad. La ambigüedad moral, aunque presente, podría haber sido explorada con mayor profundidad para añadir aún más matices a la historia. En definitiva, la película es un estudio de personajes en un contexto particular, más que un thriller convencional.

“Mexican Bloodbath” no es una película fácil de ver, ni tampoco una obra maestra cinematográfica. Pero es una experiencia cinematográfica auténtica que invita a la reflexión sobre la violencia, la venganza y la pérdida. Es un retrato crudo y sin concesiones de un lado oscuro de México, con una dirección sólida y una interpretación sobresaliente de Gerardo Albarrán. Se queda con la sensación de una promesa incumplida, dejando al espectador con un escalofrío y la inquietante pregunta de si, a veces, la venganza es el único camino que queda.

Nota: 7/10