Mi hermano pequeño (2022)

“Mi hermano pequeño” (Jeux d'enfants) no es una película que te impacte desde el principio. No hay un *flash* espectacular, ni una premisa particularmente original al mirarla en frío. Más bien, es una experiencia cinematográfica que se revela paulatinamente, como el lento y paciente drenaje de un fango. Thomas Pesquet, el director, nos ofrece una historia íntima y, a su vez, profundamente humana, que se centra en la evolución de una familia en un entorno suburbano. La película, que abarca un periodo de dos décadas, es una radiografía de las complejidades del vínculo familiar, el paso del tiempo y, sobre todo, las pequeñas, cotidianas tragedias y alegrías que conforman la vida.

La dirección de Pesquet es notablemente calmada y observadora. Evita la sentimentalidad obvia, permitiendo que la historia se construya a través de pequeños detalles, miradas y silencios. No hay excesivos dramatismos. La cámara se mantiene a menudo lejana, como un espectador silencioso que presencia la vida de la familia. Esta distancia, lejos de ser un defecto, permite al espectador conectar con la historia de una manera más natural y empática. El uso del color, sutil pero constante, acompaña a la perfección la evolución de la familia y el paso de los años. Especialmente memorable es el uso del blanco y el gris, que reflejan la monotonía, a veces desoladora, de la vida suburbana, contrastando con los momentos de alegría y color.

Las actuaciones son, en general, impecables. Audrey Tautou ofrece una interpretación magistral como Rose, una mujer atrapada en la rutina y los problemas sin salir de su interior. Su personaje es complejo y contradictorio; a veces frágil, a veces fuerte, y siempre vulnerable. Pero es el papel de Jérôme Neuville como Pierre, el marido de Rose, el que realmente destaca. Neuville logra transmitir una amargura silenciosa, un sentimiento de frustración y pérdida que es profundamente conmovedor. La interpretación de los dos niños, Ernest y Jean, es igualmente convincente. El público se identifica con su inocencia, sus juegos y sus pequeñas desgracias. La química entre el elenco es palpable y contribuye significativamente a la autenticidad de la película.

El guion, escrito por Pesquet y Jean-Pierre Sinaï, se centra en la relación entre Rose y sus hijos, y en cómo las decisiones de ella afectan a toda la familia. No se trata de una película con un argumento complicado o lleno de giros inesperados. La fuerza de la película reside en su simplicidad y en su capacidad para transmitir emociones profundas. Hay momentos de tristeza, de rabia, pero también de esperanza y de amor. La película explora la dificultad de mantener una relación marital en el transcurso de los años, la ambición de una madre y las consecuencias de las elecciones que tomamos. La ambigüedad moral de ciertos personajes añade complejidad a la narrativa, invitando al espectador a reflexionar sobre sus propias decisiones y valores. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre el significado de la felicidad, el amor y el éxito.

En definitiva, "Mi hermano pequeño" es una película que te marca. No es una película que te haga llorar a moco tendido, pero sí te hace pensar. Es una pequeña joya cinematográfica que celebra la belleza de lo cotidiano y que nos recuerda que, a veces, las mayores tragedias son las que no se ven, sino las que se sienten en el silencio.

Nota: 8.5/10