“Mi Hijo” (My Son) es una película que se instala bajo la piel y no la abandona fácilmente. Dirigida por Henry Siemion, esta historia sobre el secuestro de un niño no se centra en la acción espectacular, sino en la angustia palpable que consume a los padres y, por extensión, al espectador. La película logra un impacto emocional profundo, utilizando un ritmo deliberadamente pausado para construir una atmósfera de creciente terror y desesperación.
La dirección de Siemion es notable por su sutileza. Evita los clichés del thriller familiar y se centra en los detalles íntimos de la relación entre Edmond Murray (Tom Conti), un exitoso y aparentemente inexpresivo editor, y su hijo, Daniel (un sorprendente y conmovedor Eric Schweikhart). El director explora la fricción entre ellos, la falta de comunicación y la distancia emocional que los separa, elementos que se revelan como un terreno fértil para el impacto del secuestro. Las secuencias de Daniel en manos de los secuestradores son inquietantes no por su violencia explícita, sino por la ausencia de diálogo y la sugestión de un peligro inminente. La cámara, a menudo cercana a las emociones de Edmond, amplifica la sensación de vulnerabilidad y impotencia.
Tom Conti ofrece una actuación impecable como Edmond Murray. Su transformación, desde un hombre aparentemente distante hasta un padre desesperado, es convincente y está respaldada por una actuación sutil pero poderosa. Su dolor es palpable, y la película logra transmitir la complejidad de su personaje: un hombre que ha sido siempre racional y lógico, ahora sumido en un caos emocional que lo supera. La química entre Conti y Schweikhart es otro de los puntos fuertes de la película. La relación entre padre e hijo es el corazón de la historia, y su desesperada búsqueda del otro es el motor de la trama. Eric Schweikhart, a pesar de ser un actor relativamente desconocido, destaca con una actuación natural y emotiva. Su interpretación de Daniel es creíble y conmovedora.
El guion, escrito por Siemion, es inteligente y no recurre a soluciones fáciles. La trama se desarrolla de manera gradual, revelando pistas y sospechas sin apresurar los acontecimientos. Aunque la historia puede resultar un tanto lenta para algunos espectadores acostumbrados a thrillers más rápidos, esta lentitud contribuye a la sensación de ansiedad y paranoia. Las preguntas sobre el pasado de Daniel, las posibles motivaciones de los secuestradores y la verdadera naturaleza de su relación con Edmond son planteadas sin ofrecer respuestas definitivas, dejando al espectador con una sensación de inquietud persistente. Es un guion que se aferra a la ambigüedad y a la sugerencia, y eso es lo que lo hace tan inquietante.
En definitiva, “Mi Hijo” es una película que no busca entretener con sobresaltos baratos, sino que busca provocar una respuesta emocional profunda. Es una reflexión sobre la pérdida, el arrepentimiento y la importancia de la comunicación familiar. Un thriller psicológico que, a pesar de su ritmo pausado, logra generar una atmósfera de terror y angustia que permanece en la memoria después de salir de la sala.
Nota: 7/10