Mi pequeño león blanco (2021)

“Mi pequeño león blanco” (The Lion on the Snow) es una película que te atrapa desde el primer momento, no tanto por su espectacularidad visual, sino por la profunda y conmovedora historia que cuenta. La película, dirigida con sensibilidad por Mark Smith, se centra en la relación improbable entre Lena, interpretada de una manera magistral por Michelle Williams, y un cachorro de león blanco rescatado de un peligroso tráfico de animales. La película se erige como un relato sobre la vulnerabilidad, la redención y el poder inesperado de la conexión humana.

Michelle Williams ofrece una actuación que se acerca al alma de la película. Su Lena es una mujer marcada por el dolor, un fantasma de su pasado que se encuentra en un constante estado de autodesprecio. Su actuación transmite con precisión la fragilidad emocional de la protagonista, su incapacidad para conectar con el mundo y la lenta, pero constante, reconstrucción de su ser interior. No es una actuación grandilocuente, sino una revelación gradual que se construye sobre la autenticidad y la sutileza. El resto del reparto, liderado por Ben Foster como el despiadado Ben Percy, contribuye con actuaciones sólidas, aunque a veces eclipsadas por la intensidad de Williams.

El guion, adaptado del libro homónimo de Mark Economus, es una de las mayores fortalezas de la película. No se basa en clichés ni en fórmulas preestablecidas. La narrativa se desarrolla de forma orgánica y respetuosa con el ritmo de la historia. El guion evita la sentimentalidad forzada y se centra en la exploración de las motivaciones de los personajes y en el impacto emocional de sus acciones. Si bien la trama principal –el peligro que acecha al león y la amenaza que representa Ben Percy– es el motor de la historia, el verdadero corazón de la película reside en la evolución del vínculo entre Lena y el león. El guion se toma el tiempo necesario para desarrollar la relación, para mostrar cómo el simple acto de cuidar de un animal puede ser una fuente de esperanza y redención para alguien que ha perdido la fe en la vida.

La dirección de Smith es impecable. La cinematografía, en gran medida, está dominada por el blanco y el gris, reflejando la soledad y el aislamiento de Lena. La fotografía es fría y desoladora, pero también posee una belleza innegable. La película utiliza el paisaje nevado de Alaska como un personaje más, un reflejo del interior de Lena y de la inmensidad de su dolor. El uso de la música es sutil pero efectivo, complementando la atmósfera melancólica de la historia. El ritmo de la película es pausado, lo que permite al espectador sumergirse en la experiencia emocional de los personajes. A pesar de la aparente sencillez de la historia, "Mi pequeño león blanco" es una película compleja y reflexiva que plantea preguntas importantes sobre la responsabilidad, la compasión y el valor de la vida.

Nota: 8/10