Mi querido Frankie (2004)

“Mi querido Frankie” es un pequeño tesoro cinematográfico, una película delicada y conmovedora que explora la naturaleza del amor materno, la evasión y el impacto duradero de los secretos. Dirigida por Lenny Abrahamson, la película no busca grandilocuencias ni efectos especiales, sino que se concentra en el interior de la mente de un niño y la compleja relación entre su madre, Lizzie (Emily Mortimer), y él. Mortimer ofrece una actuación absolutamente magistral, una mezcla perfecta de ternura, vulnerabilidad y una constante carga de dolor. Su interpretación es, sin duda, el corazón de la película; la vemos vacilar entre el deseo de proteger a su hijo y la necesidad de protegerse a sí misma, y esa ambivalencia la hace increíblemente humana y creíble.

La película se construye con una meticulosa lentitud, permitiendo que la atmósfera de inquietud y melancolía se filtre gradualmente en el espectador. La dirección de Abrahamson, conocida por su trabajo en películas como “Adventures of Tintin” y “Begin Again”, demuestra su habilidad para crear atmósferas visualmente evocadoras, empleando la fotografía de Danny Cohen para pintar un paisaje emocionalmente rico y sombrío. Las largas tomas, la paleta de colores apagados y la música minimalista contribuyen a un efecto de suspensión en el tiempo, como si el espectador estuviera atrapado junto a Frankie en su mundo de fantasía y decepción.

El guion, adaptado de la novela homónima de Sally Rooney, es sutil pero poderoso. No hay diálogos grandiosos ni revelaciones dramáticas; en cambio, el guion se basa en pequeños detalles, miradas y silencios para transmitir la inmensa carga emocional que lleva Lizzie. El guion se atreve a explorar la incomunicación, el miedo a la verdad y la inevitable lucha entre la protección y la libertad. La novela original, que se centra en la sensación constante de desplazamiento de la madre, se traduce a la pantalla con una sensibilidad excepcional. Se siente la desesperación de Lizzie, no como una acción directa, sino como una resonancia palpable en cada escena.

Jack McElhone, en su debut en la gran pantalla, ofrece una interpretación infantil excepcionalmente realista y conmovedora. Su Frankie es un niño curioso, inteligente y profundamente sensible, que siente la ausencia de su padre y la inquietud de su madre. No es un niño simplista; sus preguntas y sus reacciones son inteligentes y genuinas. La película, a pesar de su tema introspectivo, logra mantener un ritmo envolvente, gracias en parte a la capacidad de los actores para transmitir emociones a través de su lenguaje corporal y su mirada. La película no trata de dar respuestas fáciles, sino de plantear preguntas profundas sobre la relación entre padres e hijos y la naturaleza del recuerdo.

En definitiva, “Mi querido Frankie” es una película que te acompañará mucho después de que los créditos hayan terminado de rodar. Es una obra que celebra la complejidad del amor y la importancia de reconocer la verdad, aunque sea dolorosa. Es una película que, en esencia, es sobre el dolor y la forma en que lo guardamos.

Nota: 8/10