Mientras seamos jóvenes (2015)

“Mientras seamos jóvenes” es una película que, al principio, se presenta como un experimento social con aires de comedia romántica, y aunque cumple con algunos de esos propósitos, se queda a medio camino, oscilando entre la superficialidad y la voluntad de provocar una reflexión. La premisa, la interacción entre una pareja joven y despreocupada, Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), con un documentalista, Josh (Ben Stiller), y su esposa, Cornelia (Naomi Watts), que se enfrentan a sus propios traumas y prejuicios, es interesante, pero el desarrollo de la historia se siente algo forzado y carente de la profundidad que podría haberle dado mayor resonancia.

La dirección de Todd Phillips, conocido principalmente por su trabajo en comedias como “The Hilarious Misadventures of Robin Williams” y “Zumbido”, intenta crear un ambiente de despreocupación y rebeldía. Logra, en parte, transmitir la energía juvenil de los personajes principales, pero a veces se queda en la mera imitación de la actitud despreocupada, sin profundizar en las motivaciones o en las consecuencias de sus actos. La película se apoya demasiado en situaciones cómicas superficiales, en lugar de construir una conexión emocional genuina con la audiencia. Las escenas con Jamie y Darby, en particular, se sienten a veces como ejercicios de estilo, más que como momentos de auténtica interacción.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Adam Driver ofrece una interpretación convincente como Jamie, transmitiendo su espíritu libre y su inconformismo con un encanto natural. Amanda Seyfried complementa bien su actuación, aunque a veces se le echa de menos una mayor expresividad emocional. Ben Stiller, además de actuar como el protagonista del relato, también cumple la función de director, y su presencia en pantalla, aunque a veces fuera de foco, aporta una autenticidad innegable. Naomi Watts, como Cornelia, se enfrenta al reto de interpretar una mujer atormentada por el pasado, y aunque su interpretación es adecuada, se le restringe el espacio para mostrar su complejidad emocional.

El guion, sin duda, es el punto más débil de la película. Si bien la premisa es interesante, la ejecución es simplista y carente de ambigüedad. Los personajes son planos y poco evolucionados, y sus conflictos se resuelven de manera demasiado fácil. La película trata temas importantes como el prejuicio, la adicción y la salud mental, pero los aborda de forma superficial, sin explorar sus matices ni ofrecer soluciones reales. Se siente como una oportunidad perdida para generar un debate significativo sobre temas relevantes, reduciéndolo a un ejercicio de “moralinao” que, a menudo, resulta insulso. La resolución final, especialmente, se siente apresurada e innecesariamente optimista, ignorando las cicatrices que los personajes han sufrido.

Nota: 6/10